En Chile cada vez está más claro que hay una crisis en la manera como estamos enfrentando los desafíos ambientales que tenemos como país a causa de nuestro propio desarrollo. Es claro que todo progreso económico productivo tiene impactos ambientales que en el lenguaje de los economistas pueden tener como consecuencia "externalidades negativas".
Esos impactos negativos deben mitigarse de acuerdo a consideraciones ineludibles. En primer lugar, es indispensable tomar en cuenta los efectos sobre las comunidades de personas que habitan los territorios donde los proyectos se emplazarán.
En segundo lugar, evaluar los beneficios económico-sociales para la comuna donde se localizan. En tercer lugar, sopesar muy bien los impactos sobre los ecosistemas y la biodiversidad, y proteger las especies animales y vegetales donde se instalan los proyectos y sus entornos alcanzables por sus efectos.
Si logramos actuar de esta forma, demostraremos a la comunidad internacional que estamos preocupados por el medio ambiente. Estas consideraciones nos debieran otorgar una credencial de país responsable. Me pregunto si realmente lo estamos logrando.
En Chile existe un conjunto de intereses que se están confrontando. Lucrar sin límites razonables por los dueños del capital versus limitar las justas retribuciones al trabajo. Ganancias exorbitantes frente a salarios deprimidos. El productivismo sin resguardos ambientales, sociales y culturales introduce conflictos de intereses que parecen difíciles de resolver porque no tenemos, aún, las instituciones capaces de hacerlo, al punto que todo se judicializa.
Otro tema que nos coloca la disyuntiva de intereses contrapuestos es la segregación socio-espacial creciente en nuestras ciudades. Barrios para sectores pudientes con todos los servicios disponibles y otros para los trabajadores infradotados de tales servicios. Cada vez más alejados los unos de los otros, lo que podría incubar una tensión socio-cultural muy explosiva.
Por eso es que es tan importante pensar en la manera de como una democracia puede enfrentar estos problemas. Y si bien no todo se puede resolver solamente con la voluntad para la construcción de una nueva Constitución, sí es un paso vital y fundante de una manera distinta de ver nuestro futuro. Se trata de convencer a todos los sectores sociales que discutamos una nueva carta fundamental que coloque a la altura de estos tiempos y del futuro, los problemas que estamos en condiciones de prever.
Rabindranath Quinteros Lara, senador por la Región de Los Lagos