Los campamentos son la manifestación extrema de una dinámica estructural de desigualdad social, que genera exclusión e impide el desarrollo integral de personas, truncando sus sueños y haciéndolos cargar con prejuicios a muy temprana edad. Para más de 70 familias de los campamentos Caipulli, Puerto Aravena y Ferroviario, que se suman al proyecto en Ovejería Alto, quedará atrás esta vida.

A fin de mes recibirían sus viviendas definitivas, y dejarán el barro, la incertidumbre, la discriminación y la falta de acceso a servicios básicos, y harán uso de su legítimo derecho a la vivienda adecuada.

No podemos sino sentir orgullo por aquellos y aquellas dirigentas que entregaron su tiempo y su vida a la lucha por la vivienda definitiva, a quienes lideraron estos eternos procesos por décadas, pero que jamás se rindieron. Sentimos orgullo por las familias que soportaron ver sus hijos y nietos crecer en un ambiente a veces hostil, pero que pese a todo transformaron matorrales y barro en su hogar.

En este proyecto se manifiesta lo fundamental que es el rol de las autoridades, pues son ellos los que definen el rumbo de una ciudad, y en Osorno podemos ver la construcción de una ciudad integrada, conformando barrios que suman a las familias más vulneradas, haciéndolos parte y garantizando el derecho a la ciudad como una manera de terminar con la exclusión y la segregación residencial, situaciones tan dañinas para el desarrollo de las personas, pues dificultan el acceso a servicios de salud y educación, entre otros.

La vivienda adecuada tiene que ser un derecho garantizado por el Estado, pues es ahí donde podemos desarrollar tantos otros derechos que nos permiten tener una vida digna. Nosotros, como Techo, seguiremos junto a las familias de campamentos en esta lucha, para que así como las familias de Ovejería, las más de 500 que viven en el cordón de campamentos de Rahue Alto puedan gozar de este derecho, cuyo proyecto de Parque Integrado está pronto a comenzar su primera etapa.

La construcción de un país distinto se basa en la vinculación con otros, es por esto que es tan importante encontrarnos, organizarnos, escucharnos y de esta manera es posible pensar las ciudades y comunas de forma estratégica, siempre priorizando el bienestar de quienes las habitan, garantizando no sólo terminar con los campamentos, sino también con los prejuicios.

Giovanna Moreira Almonacid, directora regional de Techo-Chile

Por su historia y geografía, Chile nunca podrá ser un país tranquilo desde la perspectiva de los fenómenos naturales. Lejos de la realidad de otras latitudes en que escasamente tienen que convivir con inclemencias climáticas, telúricas, vulcanológicas o incendios forestales (según la triste experiencia del verano pasado), quienes viven en este territorio, desde pequeños, asisten sin mucho margen de maniobra a las violentas expresiones de la naturaleza, las que pueden provocar el inmanejable desborde de un río, una erupción volcánica o un terremoto acompañado de tsunami frente al cual valen más la planificación que la improvisación. Es más, se dice que cada chileno, a lo menos, tendrá que resistir a lo menos un movimiento sísmico de gran intensidad

Esta condicionante geográfica obliga, entonces, a que tanto las autoridades como la comunidad asimilen esta variable y no la dejen al azar. Por ello es que la planificación y la responsabilidad ciudadana aparecen como elementos claves en la gestión de desastres naturales, de acuerdo a lo que expresaron tres reputados especialistas que vinieron a Osorno para participar de un seminario sobre la seguridad en situaciones de riesgo. La planificación es prácticamente una obligación de quienes dirigen el país, tanto desde los gobiernos de turno como desde las municipalidades. Debería ser inconcebible, por ejemplo, autorizar la expansión de zonas urbanas hacia sectores que históricamente han sufrido con las crecidas de ríos (Osorno tiene un triste ejemplo sobre esto en Francke), relajar las normas antisísmicas o permitir, por omisión, la apropiación urbana de sectores costeros en los que la historia señala que corren el serio riesgo de tsunamis.

La responsabilidad ciudadana, en tanto, pasa principalmente por el manejo que hacen las personas de la ampliación de capacidad de comunicación que permiten las redes sociales. Penosamente, la experiencia de los últimos años muestra que en lugar de servir de orientación, su abuso ha derivado en la circulación de hechos falsos que despiertan la alarma entre la ciudadanía. Aquí se necesita de la conciencia de la población, de lo contrario, al final habrá más posibilidades de confusión que de claridad.