Carolina Silva
Tras pasar un mes en Chad, país de África Central, el médico anestesista Roberto Zamorano se encuentra de regreso en la ciudad y por ello conversó con El Austral para relatar su experiencia en dicho país.
El también subdirector de la Clínica Alemana de Osorno realizó clases en el Hospital Universitario del Buen Samaritano en Yamena (capital de Chad) a siete enfermeros (quienes son parte de un diplomado de la Universidad Católica de Chile) sobre anestesia, ya que en este país no existen especialistas en el área.
El doctor Zamorano participó en conjunto con los también anestesistas de la clínica, Julio Brousse y Jaime Campusano, en uno de los módulos de este diplomado.
El doctor Roberto Zamorano catalogó su paso por Chad como una experiencia fantástica, partiendo con la vista que tenía desde la ventana de su habitación, donde podía observar hipopótamos en el río, además de lagartijas y muchos mosquitos, entre ellos el que contagia de malaria.
-¿Cómo fue su llegada a Chad?
-Llegué de noche al hospital y es impresionante porque es casi una ciudad a oscuras. Me pasaron la pieza, la cual era muy similar a la que nosotros tenemos en un hospital o clínica, con la particularidad que tenía un mosquitero, el que me pasé toda una noche parchando con tela adhesiva para que no se cuelen los mosquitos.
-¿Cómo describe el ambiente del hospital?
-Muy bueno, pero por fuera era como en las películas: lleno de policías con armas y pasaban camionetas con los mismos. Daba susto y a su vez estábamos resguardados, pero igual generaba mucha desconfianza todo ello.
Aprendizaje
-¿Al día siguiente de su llegada comenzó con sus clases?
-Sí, no había tiempo que perder. Hice mis clases a los siete alumnos (que tienen entre 20 y 35 años) que eran enfermeros, fueron muy aplicados y la experiencia con ellos fue súper buena. Algunos de ellos viajaban entre 600 y 700 kilómetros para llegar a las clases, lecciones que eran impartidas en francés, idioma al que no todos pueden acceder.
-¿Qué aprendieron sus alumnos?
-Yo hice clases de reanimación neonatal y les tomé los exámenes finales con lo que aprendieron también con los doctores Julio Brousse y Jaime Campusano. Luego me quedé dando anestesia en el hospital y ahí vi que los estudiantes aplicaron altiro todo lo que aprendieron. Además, aprendieron masaje cardíaco.
-Según lo comentado en una nota publicada por El Austral el 8 de julio pasado, ¿hubo luz para operar en ciertas horas del día?
-Era verdad que existía luz en ciertas horas, había horarios escritos para ocupar los grupos electrógenos para operar, pero gracias a un grupo de italianos (que llegaron antes) se implementó un proyecto de paneles solares, por lo que desde las 8 de la mañana hasta las 23 horas teníamos luz.
-A medida que pasaron los días, ¿pudo dimensionar lo que había investigado del país, versus lo que podía visualizar?
-La verdad es que allá corroboré lo precario que es el país. Uno no se lo imagina, pero la infraestructura del pabellón y el hospital en sí no era mala, aunque en el pabellón quirúrgico no había oxígeno, lo cual es básico. Sólo tienen concentradores de oxígeno para operar.
-¿Qué operaciones predominaban en el recinto médico?
-Dependía de los cirujanos que llegaban, porque así como llegamos nosotros, también arribaron traumatólogos desde España, entonces operamos muchas amputaciones y ese tipo de cosas. Antes hubo un urólogo francés y se encargó de esas operaciones. El hospital está lleno de carteles anunciando el arribo de los doctores para operar, por lo que ahí la gente se anota y pide hora.
-¿Cuál es el gran problema que vio en Chad?
-La mortalidad materna. Es atroz, pero entendí por qué y se debe a que hay varias maternidades, pero no hacen cesáreas, todo es parto normal y cuando necesitaban una cesárea de urgencia lo derivaban a este hospital. Por ejemplo, me tocó el caso de una mujer que estaba con preeclampsia (hipertensión en el embarazo) y ella estaba casi muriéndose y el marido no dejó que la operáramos. Le explicamos que iba a entrar en convulsiones y después se iba a morir, entonces dijo: "perfecto, entonces cuando esté convulsionando la operan". Son otras costumbres, se entiende que es otro mundo.
-¿Qué más pudo lograr hacer con el personal que atiende en el hospital?
-Logré hacer una pausa de seguridad y una hoja de anestesia, lo que sirve para chequear todo lo que se necesita antes de comenzar con una operación. Fue una cosa tan simple, pero que no lo tenían incorporado y la verdad les encantó.
Motos y malaria
-¿Cuáles son los medios de transporte en Chad?
-Muchas motos, esos eran los taxis y con ellos tenías que negociar para ir a algún lugar. Salí varias veces del hospital, aunque no se podía, pero igual quería conocer el hospital estatal. Allí estaban los dos anestesistas que existen en el lugar y me mostraron el recinto.
-¿Cómo define su experiencia?
-Todo fue súper gratificante, en el sentido de que vi de inmediato los resultados de lo que enseñamos, ya que los estudiantes fueron súper aplicados.
-¿Alguna persona que haya conocido y sea especial para usted?
-Sí, conocí al padre Ángelo Gherardi, un jesuita de 84 años de edad y que lleva 60 años en el país. Ha fundado tres hospitales allá.
-¿Volvería a Chad?
-De todas maneras. El padre Gherardi me dejó invitado, ya que me decía que tienen la idea de formar enfermeros que hagan cesáreas, porque las mujeres se mueren teniendo bebés y no hay médicos. Sólo hay un cirujano y dos ginecólogos, nada más.
-Hubo algo que le llamó la atención de forma especial?
-Nos tocó la época de lluvia, donde hubo mucha malaria, pero para ellos es súper normal contraer esa enfermedad, es como la gripe en Chile.