Siguiendo el ejemplo de otras comunas del país, el año pasado el municipio de Osorno impulsó una campaña para erradicar las bolsas de plástico desde las grandes tiendas de la ciudad, como una forma de realizar un aporte sustantivo al medio ambiente, al considerar el largo tiempo de degradación que demanda un envoltorio de este tipo, que algunos expertos cifran en 150 años. Después de los lógicos traspiés iniciales durante su tiempo de implementación, la iniciativa ha surtido efecto, pues al menos en esos locales, las bolsas de plástico para llevar los artículos ya están en retirada y los clientes lentamente han ido asimilando la necesidad de acudir a comprar con sus envoltorios reutilizables.

Por cierto que el plástico sigue presente en los supermercados en sus más diversas expresiones, y por cierto que hay una infinidad de tiendas medianas y pequeñas que no han adherido a la iniciativa municipal, pero hay que reconocer que la medida ha arrojado dos consecuencias positivas. Primero, aunque menor en cuanto a magnitud, la disminución objetiva de las bolsas de plástico en la ciudad y en los lugares a los que habitualmente van a parar: al vertedero, en el mejor de los casos, y en la ribera de los ríos, en el peor. Segundo, no hay duda de que la campaña ha servido para que la ciudadanía tome conciencia acerca de las posibilidades que tienen las familias, al interior de sus propios hogares o en su interrelación con el entorno, de cuidar el medio ambiente. El mensaje ha sido claro: proteger el planeta comienza con acciones individuales antes incluso que las del Estado o las empresas.

No obstante, todo este favorable panorama para el reciclaje ha sido eclipsado por la decisión de una tienda de supermercados en la ciudad de terminar con la posibilidad de comprar bebidas en envases retornables, obligando a sus clientes a adquirir únicamente las botellas desechables. Desde la cadena Lider se ha explicado que según sus cifras, en los últimos dos años el 95% de los clientes habían estado optando por preferir los envases desechables, lo que motivó su decisión.

La paradoja reside en que tal como en el caso de las bolsas, quizás habría bastado una campaña de información para que los clientes comprendieran la importancia de priorizar los envases retornables. Si en el caso de las bolsas se pudo, ¿por qué no en el de las botellas, que pueden demorar hasta mil años en degradarse?

La producción lechera nacional, especialmente la del sur del país, se encuentra en una situación compleja. Uno de sus principales problemas radica en la concentración del poder comprador de leche fresca en manos de las multinacionales y el bajo precio por litro que reciben hoy los productores locales, el que en toda la temporada 2016-2017 apenas superó los $ 200 en promedio.

Enfrentamos una compleja y triste realidad: Los precios en Chile son arbitrados por las grandes compañías, que no sólo compran grandes volúmenes, sino que también son importadores y exportadores, y la mayor parte de estas transacciones ocurren entre ellos mismos.

A todas luces, los acuerdos no escritos entre las grandes multinacionales lácteas tienen de rodillas a los lecheros, en su mayoría pequeños y medianos propietarios.

Hay que buscar soluciones ahora, antes que sea demasiado tarde. Y demasiado tarde para los lecheros locales de nuestra región es ya en la primavera próxima. Ellos perciben que existe la amenaza de una mayor baja en precios, que terminará por arruinar a cientos de pequeños productores, obligándolos a vender sus tierras. Nadie quiere que eso ocurra.

La producción lechera es uno de los pilares de la economía de la Región de Los Lagos. Las políticas para este sector se concentran en promover el aumento de su productividad y competitividad, pero aquí de lo que estamos hablando es de su supervivencia.

Hemos conversado en múltiples oportunidades con los productores lecheros de Osorno y de la Región de Los Lagos. Ellos buscan respaldo y protección para su trabajo, que genera un alimento vital para el país, y apuestan por la implementación de formas de control como la aplicación de una salvaguardia provisoria a las importaciones de lácteos. Esperan que, tal como ocurrió con la aplicación de una medida similar en el año 2010, se impida que continúen acentuándose las bajas de precios aplicadas por las industrias lácteas que hoy manejan, en la práctica, el negocio de la leche.

El Gobierno no puede permanecer pasivo frente a este verdadero desastre para las regiones del sur, no podemos dejar solos a miles de pequeños y medianos productores, a los trabajadores y a sus familias, que viven en torno a la actividad lechera.

Rabindranath Quinteros Lara, senador por la Región de Los Lagos