Evangélicos se organizan para ayudar a haitianos en Osorno
SOLIDARIDAD. Los miembros de las comunidades religiosas se han propuesto reunir insumos para hacer más llevadera la vida de los inmigrantes en la capital provincial. Reúnen desde ropa de invierno, sábanas, frazadas y colchones para que su estadía en una ciudad tan fría -a diferencia de su isla natal- mejore en el tiempo que busca trabajo y una mejor vivienda.
Por captar la instrucción o por imitar al resto, Donald Chrismon (27 años) y Francois Jnbony (42 años) se ponen de pie o se arrodillan a la hora de rezar, según lo que les dice quien guía la ceremonia en la Segunda Iglesia Alianza Cristiana y Misionera de calle César Ercilla, a la que llegaron invitados por una de sus seguidoras para que participen en los cultos, como también compartan en el comedor abierto que ahí disponen tres veces a la semana.
Ambos son haitianos y llegaron en busca de una oportunidad laboral, para así dejar atrás las necesidades de su país de origen que fue azotado por un terremoto 7,3 grados Richter en 2010. En la actualidad Osorno se ha convertido en una alternativa para ellos, a pesar de las bajas temperaturas a las que no están acostumbrados.
Sin embargo, han debido sortear diversas necesidades como la falta de ropa abrigadora para vestir durante esta temporada otoño-invierno, como también pasar las noches en los escasos colchones que han logrado recolectar para ellos dentro de las diversas iglesias evangélicas que están realizando una cruzada solidaria por este grupo de inmigrantes.
Hora del culto
Con Biblia en mano, llegan por lo general puntuales para participar de las prédicas. Escuchan con atención y dan las gracias o "amén" con la pronunciación que de a poco han ido aprendiendo.
"Llegué a Chile el 17 de febrero pasado, primero a Santiago. Mucho calor allá y me vine porque tengo un primo en Osorno (sic), además que en Santiago no teníamos pega para pagar el arriendo", dice Donald Chrismon, acompañado de Francois Jnbony, quien no comprende mucho español, pero concurre a la Segunda Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, donde hay iniciativas para ayudar a estas personas y así comprendan mejor el castellano, como también entregarles alimento los lunes, miércoles y viernes en un comedor.
De los nueve haitianos que concurren a este templo, pocos conocen el idioma asegura Olga Pérez, quien ha logrado una cercanía con ellos desde que llegaron a participar.
"Saben muy poco español, pero Donald nos conecta con el resto. En mi casa tenía colchonetas de cuando uno salía en carpa y quedaron (...) como ellos tenían la necesidad se las regalamos, más unas frazadas que uno ha ido cambiando", afirma Pérez, quien describe su iniciativa en su inspiración cristiana de "ayudar al prójimo", ya que asegura, no eran insumos en mal estado, solo cosas que dejó de usar o que fue renovando.
Asimismo, esta mujer fue más allá e invitó al grupo a su casa: "Un día le dije a mi hija que por qué no los invitábamos a una once y ella les habló a Donald y se corrió la voz para que fueran a mi casa".
María Elena Pérez, hija de Olga, llevó a Donald y Francois. "Un día pasé por la plaza de Armas haciendo mis trámites y me pregunté si acaso habrán comido, entonces me acerqué a ellos y les di una platita y los subí al auto, porque yo les quería mostrar que acá había un comedor", recuerda María Elena, quien comenta que al comienzo hubo rechazo por parte de los haitianos, ya que sentían miedo.
Experiencia en Osorno
Chrismon, quien se vino de Santiago por no encontrar trabajo y encontrar la ciudad poco "amable" con ellos, viajó hasta Osorno donde sí encontró una fuente laboral con la cual cancela un arriendo.
"Ahora trabajo en la construcción y me gusta porque yo soy un profesional de eso. En Haití tenemos la escuela que la hice completa, pero no hay posibilidades de ir a la universidad, por eso buscando vida fui un día a República Dominicana", dice Chrismon, quien cuenta que en ese país aprendió algo de castellano.
Sin embargo, asegura que su experiencia no fue grata, porque sintió el racismo: "eso no me gustó. También he visitado México y Panamá, pero por no tener la misma raza son racistas", detalla.
En esa línea, el pastor del templo de calle César Ercilla, Rubén Yáñez, manifestó que "ellos están en una situación bastante precaria en nuestro país, entonces desde el ámbito humano y cristiano debemos ayudarlos".
En cuanto a las clases de castellano que les quieren impartir a los miembros de su comunidad, el líder espiritual aseguró que están definiendo los horarios en los que se reunirán los haitianos con el profesor durante la semana, pero que "el proyecto se hará sí o sí", ya que consideran que es una gran necesidad para estos inmigrantes que de a poco comienzan a ser un grupo más numeroso en la zona.
De la buena parka
Asimismo, en la Iglesia Bautista Dios Proveerá, en el sector de Chuyaca, tienen la iniciativa de transformarse en un centro de acopio para reunir enseres para los haitianos que llegaron con poco y nada desde su país.
Es por ello que el pastor Antonio Corral manifestó que "estamos haciendo la campaña de la buena parka. Gracias a su masificación por las redes sociales y ha llegado harta ayuda para nuestros hermanos haitianos".
Hasta dicho templo llegan cerca de nueve inmigrantes buscando la fe y solidaridad de los cristianos que han ayudado incluso a conseguir cocinillas y balones de gas para que puedan prepararse sus propios alimentos.
Roldy Jacques tiene 24 años y asegura que llegó a Chile como un turista más que pasó antes por varias otras naciones, pero que agotó sus recursos para volver a su país.
"Llegué en noviembre del año pasado, pensé en venir de visita y se puso difícil la cosa y no pude conseguir trabajo. Además, hay chilenos buenos y otros malos con nosotros. Hay algunos que nos desprecian", aseguró con los ojos brillantes, pues sostuvo que le tocó trabajar en Santiago con contratistas que no le pagaron por sus trabajos.
Hoy vive además con Reguen Gedeus (26 años) y Luteson Dobres (29 años), quien llegó hace un par de días a Osorno buscando mejores posibilidades que en la capital chilena.
Juntos a otros más arriendan una pieza donde cada uno posee su cama, pero que logra dar cobijo y abrigo a siete personas reunidas en el mismo espacio.
"Acá es diferente, me siento muy bien, solo el tema del frío me complica, pero acá nos respetan más. En Santiago no nos pagan y estábamos viviendo ocho en una pieza cobrándonos $70 mil, algo que nunca hubiésemos pasado en Haití", dice Jacques, quien maneja un castellano avanzado, y además habla inglés. Explica que "lo único que quiero es trabajar", ya que su oficio esporádico en un campo terminó hace unos días.
Reguen Gedeus llegó en febrero a Osorno y duró un mes en Santiago. "Allá no me convenía, vivía en un campo y tenía mis amigos acá, quienes me invitaron", intenta explicar Gedeus, quien recalca que el frío es una de las situaciones más desfavorables que enfrenta.
Hoy trabaja en un taller mecánico, donde gana $284 mil mensuales. "En Haití trabajaba en construcción. Ahora uno tiene que enviar dinero a la familia cuando sobra o lo que uno pueda, porque la familia está allá", dice Gedeus, aunque reconoce que en algún momento volverá a su país, pero su idea es ir y venir buscando nuevas oportunidades.
Sobre la iniciativa del templo, asegura que le parece una buena medida, ya que "muchas veces el dinero no alcanza para estar comprando las cosas acá en Chile".
Luteson Dobres, en tanto, manifestó que "esto es bueno para nosotros, ya que nos ayudan con varias cosas. Ahora estoy buscando trabajo, porque llegué hace poco".
Todos concuerdan que el número de haitianos en Osorno es grande -aunque no tienen una estimación-, los cuales por distintas circunstancias se han debido conocer.
El más tajante, sin embargo, es Donald Chrismon, quien de tener dinero se devolvería de inmediato a su país. "No es porque me hayan tratado mal, pero es mi país. Está mi familia que me ama mucho", dice.
"Llegué en noviembre del año pasado, pensé en venir de visita y se puso difícil la cosa y no pude conseguir trabajo".
Roldy Jacques, haitiano en Osorno"