Podrá llover de manera copiosa esta semana, según se ha anunciado desde las fuentes meteorológicas, podrá haber este año un registro pluviométrico más generoso que el del año pasado. Podrá generarse la sensación de que la aguda sequía de los últimos dos años ya va en retirada y que el problema de abastecimiento para el consumo humano en las zonas rurales, y de riego para la agricultura, ya no son tan graves como hasta hace algunos meses. Pero no es cierto. Por más que precipite desde el cielo, el recurso hídrico en la provincia no está asegurado porque las napas subterráneas, que son el gran afluente de agua para los pozos profundos en los campos, acumulan años de escasez.
En este escenario, el reparto de agua mediante camiones aljibes en las áreas rurales, que hasta hace poco era algo esporádico, circunscrito exclusivamente a la época veraniega, se ha convertido, bajo la fuerza de las circunstancias, en una variable permanente que ya no depende de si hay o no lluvias. Hay que distribuir el recurso hídrico todo el año, incluso en invierno, porque sencillamente no hay agua en las napas (además de la falta de obras de infraestructura para su almacenamiento).
Por esto es que cuesta comprender las directrices emanadas desde el nivel central con relación al sistema de reparto de agua. A pesar de la suficiente evidencia de la escasez de agua, de la disminución histórica de las precipitaciones y de la falta de planificación para construir obras que permitan el acopio del recurso hídrico, inexplicablemente se modificó el sistema de distribución mediante camiones aljibe en las zonas rurales. Este cambio ha derivado en una menor cantidad de máquinas y de frecuencia de viajes para el reparto y, por ende, en una menor disponibilidad de agua para familias que no dependen de una red de agua potable para su subsistencia, sino que del recurso que les lleven regularmente los camiones.
Y como si eso fuera poco, los propios proveedores del sistema de distribución acumulan, en algunos casos, hasta siete meses impagos de parte de un Estado que exige en otras áreas, pero que aquí no cumple las reglas. Hay que decirlo: se está al frente de una desidia del nivel central, avalada, hasta ahora, por las instancias regionales.