Noche de paz, nooocheee de amooor, tooodo duerme en deeerredooor... Para qué estamos con cuentos, efectivamente después de un año tan ajetreado, politizado y endemoniado, en esta Navidad todo cristiano sólo quiere una ansiada noche de paz y que todos duerman en derredor. Sin embargo, da la impresión que de todas las canciones navideñas será una de las más conmovedoras, pero es lejos la menos realista que se ha cantado.
¿Paz? A otro perro con ese hueso. Paz, jugando al compra compra y el debe debe; saltando entre vendedores ambulantes, cintas y tarjetitas, sudando como condenado y gastando como país en guerra. Programando licenciaturas y cenas pascueras, entre bocinazos y "jingelbeles", tratando de cruzar calles sin ser atropellados, veredas sin ser aplastados y ahora haciéndole el quite a los delincuentes; intentando llegar sanos y salvos a casa.
¿Paz? ¿Hasta cuándo? Hasta que encendamos el televisor y nos muestren otro atentado terrorista o veamos a las viejas reelectas autoridades hablando de corrupción, a políticos de reconciliación, todos prometiendo más de lo mismo, tratando de explicar lo inexplicable y de llevar a nuestro país quién sabe donde.
¿Amor? ¿Dónde? ¿En una calle de Berlín o París? No es por pelar, pero de un tiempo a esta parte de esta noche cristiana, en la mayoría de los casos sólo quedan copas vacías, ceniceros llenos y una deuda en incómodas cuotas mensuales.
Parece que desde que dejamos la paz en manos de los políticos y el amor a cargo de los demás, las cosas no están funcionando. Seguimos de guerra en guerra, corrupción tras corrupción y finalmente, medio mundo anda con depresión.
¿Entonces qué? ¿Que hacer después de comer pavo y tomar cola de mono; cuando las súper poderosas estén sin cabeza, los robots sin brazos y carguemos varios kilos de más?
Tal vez ahora que ya pasó "la fiesta" sería bueno hacer un alto entre regalo y copete, mirarnos en un espejo por al menos un largo minuto, cara a cara con nosotros mismos y escarbar hasta encontrar nuestra esencia, ese soplo divino que nos hace únicos, ese rasgo que nos asemeja a Dios. Tal vez entonces encontremos esa noche de paz que tanto esperamos... ¿Se atreve?...
Vivian Arend