Aceleradamente se ha forjado al interior de los municipios de la provincia la firme convicción acerca de las enormes oportunidades de desarrollo que hay en el turismo, sostenida en dos pilares indivisibles e imprescindibles: la portentosa belleza escénica del territorio, algo tan propio del sur de Chile; y la riqueza de su pueblo, que bien orientado puede convertirse en un gran facilitador y promotor para que los visitantes se vayan satisfechos y compartan su experiencia en sus círculos cercanos, para así atraer más gente a la zona. Sin duda que falta mucho todavía para alcanzar el estado ideal de lo que se llama la "industria turística", al nivel de lo que hoy es posible observar en destinos más consolidados como Viña del Mar, San Pedro de Atacama o Pucón, pero es justamente esa brecha la que permite abrigar esperanzas acerca del impacto económico que puede generar en la actividad provincial.

Para saldar esa brecha de forma consciente y no intuitiva se requiere de una estrategia con planes, metas, objetivos y recursos, que en el caso de Osorno está dirigida desde este año por el Plan de Desarrollo Turístico (Pladetur), cuya principal acción de este año, o al menos la más vistosa, ya está en marcha: el próximo lunes comenzará a emitirse en un canal de televisión nacional un spot de 30 segundos en el que se exponen las maravillas no sólo de la comuna, sino que prácticamente de todo el resto de la provincia. En ese medio minuto, de alta factura audiovisual, se resumen las bondades escénicas de la zona, haciendo de la provincia, en su conjunto, un lugar al cual vale la pena visitar.

El spot es el primer paso, pues en su breve extensión de un mes y su emisión en un sólo canal (Chilevisión) no puede fundarse toda la estrategia. Después de él deben venir nuevas acciones que permitan destacar y posicionar las especiales características de esta zona.

El video promocional tiene una virtud que ojalá se siga replicando en las otras acciones de promoción turística, pues incluir territorios fuera de la propia comuna de Osorno (nieve, lagos, mar) genera oportunidades para toda la provincia y, además, despierta un legítimo sentimiento de orgullo de quienes habitan en la zona: vivir acá es una oportunidad única.

Con la llegada del ascensor cambiaron las ciudades, se permitió la edificación en altura, se modificó el paisaje, la identidad de los barrios y nació el urbanismo vertical. Al concentrar más personas en menos metros cuadrados de ciudad se controló el crecimiento explosivo de los límites urbanos, aumentando la densidad; y la urbe se elevó del suelo. En el año 80 D.C., Arquímedes instala el primer elevador con cuerdas y poleas para que gladiadores y fieras pudieran acceder a la arena del Coliseo Romano. Los sistemas de elevación fueron evolucionando hasta que en 1853 el inventor norteamericano Elisha Otis diseña un ascensor con motor eléctrico, cables, contrapesos y freno de emergencia que evitaba la caída de una cabina aun luego de romperse los cables que la sostenían, incorporando el concepto de seguridad.

En 1857, en Nueva York, el ascensor de pasajeros de Otis logra los permisos para entrar en operación subiendo cinco pisos en menos de un minuto. Con esta solución los propietarios de nuevos hoteles, edificios de departamentos y oficinas empezaron a vender y arrendar las plantas superiores incluso a mejores precios que los pisos inferiores, y se empezaron a diseñar edificios con más de cinco pisos de altura, ocupando menos terrenos para ubicar a la población. Llegaba la densificación de la ciudad y el plus de las vistas.

Con la circulación vertical resuelta por estas máquinas, los arquitectos comienzan a pensar la ciudad vertical y dan vida a los rascacielos. En 1930 nace uno de los símbolos, el Empire State; en él Otis instaló 73 elevadores para trasladar nueve mil oficinistas hacia los 102 pisos y 443 metros de altura, permitiendo edificar 200.000 m2 de oficinas en apenas 8.000 m2 de terreno.

En 1956, cerca de Chicago, Frank Lloyd Wright proyectaba "The Illinois", un rascacielos con 528 pisos de 1.609 metros de altura cuyos ascensores serían de propulsión atómica. Si bien no alcanzó a construirlo, sirvió de base para el diseño de la Torre Burj Khalifa erigida en Dubai en 2010, hoy la más alta del mundo, con 211 pisos y 57 ascensores. Pero la carrera no ha terminado. En Arabia Saudita se construye Jeddah Tower, que en 2020 será el edificio más alto del planeta con mil metros de altura; contempla 58 ascensores que en 100 segundos se elevarán a un kilómetro en el espacio.

En 2015 en Chile se inaugura el edificio de oficinas más alto de Iberoamérica, la torre Costanera Center. Tiene 300 ms de altura en 62 pisos y 24 ascensores para servir sus 107.000m2 construidos. Ya basta de miedos, es hora de reconocer que los ascensores han transformado la ciudad y su arquitectura. Nos demuestran que el transporte vertical de los edificios resulta mil veces más eficiente y económico que el transporte horizontal de las ciudades, por lo que el urbanismo vertical y los ascensores son el futuro.

Raúl Ilharreguy Gutiérrez, arquitecto