Con curvas muy pronunciadas en algunos sectores y un ancho promedio insuficiente para una carretera con clara vocación turística, la Ruta al Mar de la provincia de Osorno, también conocida como la U-400, parece encontrarse frente a una gran oportunidad para alcanzar el mejoramiento de sus estándares de seguridad y de reducción de los tiempos de viaje, gracias a la intención del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de comenzar el próximo año las expropiaciones necesarias para acometer su anhelada ampliación. La programación de la cartera considera una inversión de 430 millones de pesos para financiar el traspaso al Estado de 273 lotes de terreno que involucran una superficie de 183.988 kilómetros cuadrados, en su mayoría sin construcciones involucradas.

La noticia de la concreción de la ampliación llega en un muy buen momento, en virtud de la creciente importancia del turismo en la estructura económica provincial y de las enormes posibilidades de desarrollo que aún existen en esta materia. Si se pone sobre la mesa el alza sostenida de usuarios que cruzan año tras año por el paso fronterizo Cardenal Samoré, con expectativas de llegar al millón 300 mil personas en 2016, y los múltiples emprendimientos turísticos que se han forjado en San Juan de La Costa, queda en evidencia que cualquier mejora en la ruta que conecta Osorno con el litoral tendrá un gran impacto para facilitar la llegada de los visitantes, muchos de los cuales quizás optan por dirigirse hacia otro tipo de balnearios sólo para evitar un camino dificultoso.

Además, por el lado de la seguridad, pasar a un parámetro de pistas de 3,5 metros de ancho; veredas de un metro de ancho y la disminución de curvas muy riesgosas para el tránsito, como se contempla en el proyecto del MOP, necesariamente debiera arrojar una mejora en las condiciones viales y, por tanto, una reducción de los accidentes vehiculares y atropellos.

Sólo queda esperar que se respete el cronograma y que el proyecto no sea "sacrificado" cuando surjan emergencias de otro tipo, tal como le ha pasado a la provincia en varias ocasiones.

El pasado fin de semana se vivió intensamente la celebración de Fiestas Patrias; las banderas flameaban, los asados, anticuchos y empanadas estaban a la orden del día, congregando a familias completas y amigos a celebrar la "independencia de Chile". Si bien el día en que se declaró la independencia definitiva de la nación corresponde a otra fecha, en septiembre de 1810 se dieron los primeros pasos para generar las bases para la definitiva emancipación de Chile. Hace más de 200 años se vivían problemas como el descontento por las injusticias sociales y la administración centralizada de las riquezas, entre otras, que dieron paso a la lucha por la independencia.

Una de las cosas más hermosas de las fiestas es la "reunión", ese momento en que todos nos encontramos y celebramos. Así también, uno de los valores que pregonamos como chilenos, y que nos hace sentir tan orgullosos es la "solidaridad", esa palabra que ocupamos de vez en cuando, y que se olvida frente a ciertas situaciones que pueden ocurrir a nuestro alrededor, como cuando un grupo de familias de un campamento, tras años de lucha, logra por fin el sueño de una vivienda definitiva, pero otros se empeñan en continuar con la segregación y, por ejemplo, se niegan a aceptar que viviendas sociales sean construidas al lado suyo.

Terminadas las fiestas, quiero invitarlos a que seamos chilenos de corazón todo el año, a seguir trabajando por nuestro país, por este trozo de tierra que tenemos en común, pero en el cual queremos estar separados porque muchos tienen miedo al encuentro con otro. Los quiero invitar a que los espacios gratuitos de encuentro nos atraviesen tan profundamente de manera de romper con tantas prácticas injustas que se desarrollan en nuestro alrededor; aféctense por la realidad injusta que tantos tienen que vivir, y que permitimos. Volvámonos chilenos de corazón y desarrollemos un sentido social que nos permita luchar juntos por el bien común, un país donde familias no se vean obligadas a vivir en un campamento porque el sueldo no les alcanza para pagar un arriendo, aunque trabajen duro, donde no pueden disfrutar muchas veces de algo tan común como el agua.

Los invito a que conozcan a las más de 700 familias que viven en campamentos en Osorno y que de esta manera desde su propia experiencia podamos ir encontrándonos y afectándonos.

Giovanna Moreira Almonacid, directora regional de Techo-Chile