Reclamo contra el hospital
El domingo 28 de agosto, alrededor de las 12 horas, se pidió una ambulancia para trasladar a la guardia del Hospital San José de Osorno a nuestro padre que se encontraba muy delicado de salud debido a una grave enfermedad que lo aquejaba.
La ambulancia no demoró nada en venirlo a buscar, pero nunca me imaginé que la guardia iba a ser un infierno. Por eso podría entender tanta disconformidad que hay en contra de este sistema de salud pública. ¿Cómo es posible que haya un sólo médico atendiendo un domingo en la guardia, donde llegan muchas personas que requieren atención de urgencia?
A nuestro padre, como otros adultas mayores que requerían de atención urgente, no se la dieron en forma oportuna. Llegó al hospital a las 12 AM del domingo y recién fue atendido a las 6 AM del día siguiente: estuvo 18 horas aproximadamente esperando atención médica.
La atención del médico fue pésima y denigrante, olvidándose de su juramento. Él debe recordar siempre la obligación de respetar la vida humana y prestar atención de urgencia como deber humanitario. Nuestra hermana desesperadamente le solicitó urgente atención pidiéndole un poco de humanidad hacia nuestro padre. Éste, ignorándola, respondió que tenía que esperar, ¿hasta cuándo estos gobiernos de turno van a priorizar la salud pública en este país y contar con verdaderos médicos con vocación de servicio?
El final de esta historia fue que a las cuatro horas posteriores de atención a nuestro padre, falleció en nuestro hogar.
Claudia Díaz Salazar
Polémica por obispo Barros
En 1209 comenzó la cruzada contra los Cátaros, religión considerada herética por la Iglesia, pero que en Francia tenía gran influencia. El Papa Inocencio III coordinó una matanza que acabó implantando el cristianismo por la espada. Quien lea las cartas papales verá la crueldad exigida a los príncipes franceses y en su afán de ganar, dio la orden de matar a cátaros y cristianos. "¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!", señaló su legado pontificio.
Manuel Céspedes me catalogó públicamente de soberbio en una carta publicada en este medio el pasado jueves. En la explicación de tal calificativo, Céspedes comete cuatro errores. El primero consiste en hacer creer a los demás algo que no he dicho. En ninguna parte he señalado que tengo la verdad absoluta respecto de la situación del obispo Barros. Por eso, entrego públicamente una serie de razones que justifican mis afirmaciones. Así, cualquier persona puede disentir criticándome con precisión. Lamento que él haya desperdiciado la oportunidad sólo restregándome sin razones lo que para él es una verdad absoluta: la obediencia ciega que supuestamente exige la Iglesia.
El segundo error consiste precisamente en eso: la obediencia. ¿De dónde sacó que el principal requisito para ser católico es la obediencia ciega? En la Iglesia he aprendido que la decisión cristiana consiste en amar a Dios y al Prójimo buscándolo en los márgenes existenciales. También he aprendido en ella que la Iglesia tiene una misión y que la misión no es tener una Iglesia. Si de obediencia queremos hablar, le recomiendo que vaya a Deuteronomio 5,5, que es donde se enumeran los Diez Mandamientos, y note que el comienzo del decálogo dice "Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud".
El sentido que la Iglesia le ha dado a esto es que la obediencia de los mandamientos debe ser para liberarnos, no esclavizarnos. Y discernir ésto en la realidad concreta no es un ejercicio de obediencia ciega. Los que insisten en lo otro buscan evadir la responsabilidad personal.
El tercero consiste en creer que juzgar es sólo para condenar. Él, al suponer que el Papa sólo da órdenes buenas, también lo juzga. Entonces, ¿por qué me acusa a mí de algo que él también hace?
Y finalmente, el cuarto error de Céspedes consiste en suponer que uno no puede disentir de lo que el Papa propone. Más que quien da la orden, la misma Iglesia en Osorno me enseñó que hay que detenerse en qué dice quien dio la orden, porque si no, actos como los de Inocencio y errores como los de Francisco al imponer a Juan Barros, seguirán ocurriendo.
Juan Carlos Claret Pool
La importancia del voto
Nunca me había puesto a pensar, lo importante que han sido en nuestras vidas la diversidad de "rayas" que existen y que nos acompañan desde que llegamos a este mundo. Está pronto a reactivarse una de las más importantes para algunos, y que es aquella que se traza verticalmente sobre un inerte trozo de papel, convirtiéndolo en el anhelado y preciado "voto", unidad fundamental con la que un ciudadano común y corriente se transforma en el paladín o representante encargado de velar por el bienestar de quienes tuvieron la buena o mala idea de colocar la raya al lado de su nombre. El afortunado ciudadano elegido, solamente ruega y desea que esa raya se matenga y no se la borren nunca.
Jorge Valenzuela Araya