¿Mes de la Patria? ¡Por supuesto!, a los autos les florecen banderitas, a los árboles de la plaza les crecen ampolletas de colores, el cielo se cubre de volantines y los niños deambulan armados hasta los dientes con estrellitas y guatapiques.

Sí, se acerca el 18; subió el precio de la cebolla y la chancaca, la carne y los pasajes. Sin duda, es el mes de la patria, un tercio de la población anda con cara de aguinaldo, un tercio en "vía de vacaciones" y el otro tercio andamos con cara de bagre porque no nos gusta ni la challa ni el reguetón.

Definitivamente llegó septiembre, la televisión se hace la América con programas ad hoc (bombardeo a La Moneda, exhumaciones, juicios a militares, la pelea de siempre), algunos candidatos hacen su agosto apuntando a las próximas elecciones, los seudos cineastas aburren con sus películas y los periodistas se atragantan con tanta entrevista detenidos en una añeja polémica que sirve de cortina de humo… ¿Para qué?

Listo, aquí sí que se avinagra el artículo, ¿cómo explicar que después del regreso de la democracia hace 26 años aún es actualidad llenarnos la boca hablando de derechos humanos, mientras los actuales violadores de los mismos son liberados de las cárceles y están sueltos en las calles, reciben protección del Estado, algunos incluso ostentan cargos públicos y los grandes estafadores se hacen pasar por "representantes del pueblo"? Por otro lado, los ciudadanos vivimos encerrados, violentados, estafados, engañados, robados, trabajando de sol a sol para un sistema que no nos devuelve más que aguinaldos y bonos en medio de la challa y la eterna pugna que divide a nuestro país desde hace más de cuatro décadas.

Aquí entre nos, ¿a quién le conviene mantenernos hipnotizados en esta división interminable que nos hace creernos enemigos los unos de los otros? Mientras nos distraen peleando, nos olvidamos que la mayoría de los ciudadanos no queremos más que paz y bienestar.

Si no perdiéramos nuestra energía en alimentar esta división, la tendríamos disponible para ejercer una ciudadanía responsable que nos permita defendernos de los estafadores que dicen ser nuestros representantes… ¿Tiqui tiqui ti?

Vivian Arend

Para que los regímenes democráticos se legitimen y, por tanto, experimenten un sostenido robustecimiento que inhiba a futuro aventuras caudillistas o populistas, se necesita la participación de la ciudadanía en los procesos electorales, la articulación de expresiones sociales para que el voto no sea el único mecanismo de escrutinio popular, y la irrupción de figuras jóvenes en la política para que la elite gobernante se beneficie de los aires de renovación que todo sistema requiere. Uno de los problemas que precisamente ha sufrido el país en las últimas décadas ha sido la desafección de los jóvenes por la política, manifestándose primero en su desinterés por los comicios populares y luego en la desconfianza que legítimamente se ha instalado no sólo en este grupo etario, pues ya atraviesa a toda la población.

Para las elecciones municipales de octubre, que servirá como barómetro para medir no sólo el estado de los partidos políticos, sino que de la política con mayúscula, se ha inscrito, manteniendo la tendencia de los últimos años, un número menor de candidatos jóvenes, tanto a las posiciones de alcalde como de concejal. En el caso de Osorno, hay menos de una decena de aspirantes a convertirse en ediles -de un total de 54- que tienen entre 20 y 31 años; y si bien están repartidos a lo largo y ancho del espectro político y cada uno de ellos tiene planteamientos particulares sobre la comuna (que para eso es la democracia), son una muestra de que los jóvenes sí se preocupan de la política, a pesar de encontrarse ésta tan desprestigiada hoy por hoy.

Los partidos y movimientos políticos tienen que preocuparse de ir asumiendo progresivamente la participación de los jóvenes, que representan a una población llena de ideas, energía y crítica de lo hecho hasta ahora. Más que asistir con indiferencia al quiebre generacional, el país debería recoger lo mejor de cada segmento etario, tanto de aquellos que tienen la experiencia del camino recorrido como de aquellos llenos del impulso de quien inicia su travesía. Cada uno de ellos podrá tener la verdad, y entre ambos habrán de exhibir tolerancia y respeto.