En 1954, la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países el Día del Niño y sugirió a los gobiernos que celebraran en la fecha que cada uno de ellos estimara conveniente. La ONU lo hace el 20 de noviembre, en conmemoración a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989. La idea inicial fue que se pusiera como tema de reflexión los derechos de los menores, su protección y cuidado. Hay que considerar que 246 millones de niños trabajan en el mundo.
En agosto de 1990, Chile reconoció la Convención sobre los Derechos del Niño, y la ley se publicó en el Diario Oficial del 27 de septiembre de ese año, con lo que sus disposiciones entraron en plena vigencia en nuestro país. Entre éstas, se encuentra el derecho a la protección para su desarrollo físico material y social, y el derecho a la alimentación y a su cuidado. No obstante, con frecuencia aparecen denuncias respecto de la infancia explotada y el maltrato infantil, y muchas veces son los padres los que atentan contra sus hijos.
Con el tiempo, los fundamentos de la celebración original se han perdido, hasta transformarla en ocasión de mero consumo. Una encuesta de la consultora Research Chile realizada en julio de 2015 a adultos de todo el país reveló que 7 de cada 10 consultados encuentran que éste es "un día especial de regaloneo y para compartir en familia". Ocho de cada diez personas admiten que celebran este día y que las mejores opciones son pasear con los niños y entregarles regalos.
Para la gran mayoría (80%), hacer un regalo es parte fundamental de la celebración, e incluso el 60% de quienes no tienen hijos compra un presente para entregarlo, en especial a sobrinos. Según la encuesta, los adultos buscan sorprender a los niños con el regalo. Los más recurridos son juguetes, ropa, libros, dulces, zapatillas, zapatos y juegos de consola. El gasto promedio en juguetes oscila entre 11 mil y 30 mil pesos y de ahí la guerra de marketing que se advierte previo a esta fecha. Tal vez es necesario mirar nuevamente a los fundamentos que dieron vida a la celebración para recuperar parte de su significado.
El Mercedes de José
José Piñera, ministro del Trabajo durante el régimen militar y creador del sistema privado de pensiones -las hoy vilipendiadas AFP- decidió interrumpir su cruzada mundial (sic) y volver a Chile para defender el modelo económico que él mismo ayudó a construir en la década de los ochenta.
Para llevar adelante su objetivo comenzó ofreciendo una entrevista en el canal estatal en la cual entregaría cinco propuestas para mejorar el funcionamiento de las actuales Administradoras de Pensiones. Anticipó que traía nuevas ideas y que venía en plan de amistad cívica. El espacio, transmitido por la señal abierta de TVN, le aseguraba amplia difusión y cobertura nacional. Pero fue justo ahí donde comenzaron los problemas.
No sólo no contestó una sola de las preguntas que le formuló el entrevistador, sino que, en una exhibición de infantilismo -de ese que acostumbramos ver en los programas de farándula- se negó a entregar alguna de las propuestas mencionadas alegando que la nota introductoria de la entrevista era absolutamente sesgada. De allí en adelante su discurso se tornó agresivo y delirante. Hasta el punto de insinuar que un grupo de periodistas, envueltos en oscuras conspiraciones, tenía el poder de manipular a la opinión pública a su antojo para ponerla en contra suya. Ya en el colmo del delirio, comparó a las AFPs con un auto Mercedes Benz.
Semejante planteamiento -además de tomar por tontos a un gran número de chilenos- resulta, casi está demás decirlo, completamente contraproducente con la causa que José Piñera quiere defender. Porque dar la espalda a la realidad (la nota introductoria mostraba casos reales) nunca es la manera adecuada de promover las ideas. Tampoco hubo una sola palabra acerca de las razones que provocan el enorme descontento de la ciudadanía con el sistema de pensiones.
Piñera es un economista brillante, qué duda cabe, pero su estrategia argumentativa y la manera en que desplegó su razonamiento no resiste ningún análisis. Examinado a la luz de la lógica rigurosa de Aristóteles (un hombre diez veces más brillante que él) toda su artillería intelectual se desploma.
Así entonces, al menos hasta ahora, el hermano mayor del ex Presidente no ha logrado demostrar de qué manera puede ser mejorado su sistema de capitalización individual. Sí ha sido capaz en cambio de comprobar algo muchísimo más difícil de imaginar: que alguien puede haberse doctorado en Harvard y comportarse como un completo imbécil.
Xavier Echiburú