Después de mucha espera y muy poca consulta ciudadana, el municipio de Osorno decidió la semana pasada iniciar el proceso para contar con un nuevo terminal de buses, apostando por mantener su actual ubicación, en un barrio céntrico de alta presencia comercial, congestión vehicular y flujo peatonal. El primer paso ha sido abrir una licitación para recibir propuestas que aporten luces sobre el diseño e ingeniería de la futura estructura, luego de lo cual debiera venir, una vez que se garantice el financiamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (Fndr), la adjudicación para que una empresa se haga cargo de la construcción.
De acuerdo a lo que han sostenido las autoridades municipales, se espera que el nuevo terminal ubicado entre las calles Errázuriz y Los Carrera aumente la actual dotación de 18 andenes, 19 boleterías, baños, custodia y locales comerciales, con el añadido de unos muy necesarios estacionamientos subterráneos. En el diseño se contemplará también una intervención por la calle Angulo, donde hoy por hoy funcionan locales comerciales en un sitio que es de propiedad municipal.
Se trata, sin duda, de una gran necesidad de Osorno. El actual terminal data de 1974, cuando ese sector no registraba el alto movimiento actual; la losa ofrece penosos baches; y el aspecto de la estructura e iluminación, hay que decirlo, dista bastante de la imagen de ciudad turística que se quiere impulsar de la mano de gonfoterios, leche y carne. Es un avance tener un nuevo terminal. No obstante, ya se han levantado voces de personeros políticos y expertos advirtiendo acerca de la inconveniencia de mantenerlo en su actual emplazamiento, que si ya está colapsado hoy, ofrecerá un escenario incluso peor en sólo unos años más, cuando se incremente el flujo de buses, vehículos y personas en esa zona.
Desde el mismo Ministerio de Transportes se cuestionó esta semana, sin referirse directamente a la licitación osornina, que los terminales se localicen en el sector céntrico, pues lo que exigen las ciudades modernas es llevarlos a la periferia para anticiparse a los problemas de tránsito del futuro.
Una decisión de esta magnitud, que implica décadas para la ciudad, amerita un consenso de las autoridades electas, la comunidad y, por supuesto, los expertos, que tienen mucho que aportar.