Cuando un padre o un apoderado va a dejar a su hijo o su pupilo al colegio, realiza un profundo acto de confianza. Tras marcharse de allí, se va con la más firme convicción de que recibirá los conocimientos y que desarrollará las habilidades necesarias para desenvolverse en el mundo, sembrando una semilla que terminará por germinar cuando tenga que asumir su adultez y, por tanto, definir su propio camino. Pero no sólo eso. Cuando deja a su niño en la escuela, lo hace porque sabe que se le tratará correctamente, que será comprendido y que recibirá los máximos cuidados. Definitivamente es un acto de fe, pues deja su legado en este mundo en un inmueble administrado por otras personas que supone son las más idóneas para la labor formativa y de protección.

Por eso es que ha resultado tan inquietante el episodio de intoxicación que el jueves último sufrieron 80 alumnos de la Escuela Carlos Condell, en Rahue Alto. Luego de almorzar la alimentación diaria que les provee la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb), los menores afectados comenzaron a sentir los evidentes síntomas de una indigestión estomacal, obligando la activación de un dispositivo de emergencia que incluyó su traslado a centros asistenciales de la ciudad y el correspondiente aviso a los grupos familiares.

Aunque será la Autoridad Sanitaria quien determine cuál fue la causa de esta intoxicación, el primer relato de los niños apunta directamente a la comida que ingirieron, un plato de porotos, y que en su versión tenía un evidente sabor a cloro. En aras de la tranquilidad de las familias y de la propia comunidad educativa del colegio rahuino, la repartición de salud tiene que aplicarle un sentido de urgencia a las diligencias. Hay que buscar con prontitud la causa para ejecutar las medidas reparatorias y determinar si corresponde levantar sanciones contra los responsables.

Lo que está en juego es la confianza que depositaron los padres y apoderados en el sistema de educación, por lo que no puede haber dilaciones que más tarde lleven a la dilución de las responsabilidades, algo tan propio de este país.

Ad portas de que nuestra selección juegue una segunda final continental consecutiva, el país se muestra optimista, confiado y deseoso de triunfo. El deporte nos ha congregado, una vez más, de forma transversal y sin distinción en torno a la pasión por la "Roja de todos", y en la admiración de un talentoso grupo de futbolistas unidos por una gran mística.

Motivos más, motivos menos, apreciamos en este "juego bonito" la capacidad de mujeres y hombres de dejar las diferencias a un lado y reunir en una gradería, estadio, restaurante, recinto público o la calle, la diversidad social que da riqueza a nuestra sociedad. Diversidad que es el reflejo de nuestro particular territorio, clima, orígenes étnicos, religiosos, estructura socio-económica, política, etc.

Por otro lado, nuestro país vive procesos de cambios y reformas de las cuales estos mismos "hinchas" no debemos marginarnos y de las que, inclusive, debemos ser capaces de participar. Esto, en la noble búsqueda del bien común. El llamado a participación que ha realizado el Gobierno en el "proceso constituyente" ha tenido eco en diversos sectores de nuestra sociedad, y requiere de los mejores y más capacitados "jugadores" para entrar a la cancha. Una sociedad con ciudadanos dispuestos a cumplir su rol, de interactuar entre sí, con responsabilidad y decidida participación, es necesaria hoy. Este otro "juego bonito" también nos puede llevar al éxito como país.

Nuestro gremio está abocado hoy a la tarea de aportar desde la perspectiva que dan las capacidades y conocimientos propios de nuestra actividad, la industria de la construcción. Sabemos de la importancia que tiene ésta en el desarrollo y en las aspiraciones de mayor calidad de vida. Nuestros seminarios y encuentros público-privado dan cuenta de ello. En esta línea, los cuatro pilares que promocionamos en este proceso de análisis de la Constitución: garantías de libertad (capacidades personales y talentos individuales o grupales, propiedad, emprendimiento, opinión), garantías de derechos (bienes y servicios de calidad, igualdad de oportunidades, crecimiento y desarrollo, satisfacer necesidades), subsidiariedad (proveer oportunidades, paz social y seguridad, asociación público-privada), y contrapesos (instituciones sólidas), nos parecen fundamentales en la discusión.

Es de esperar que el deseo de ser "número 1" y la "mística del equipo" se traspasen del hincha al ciudadano en el afán de construir un mejor país para todos, propiciando, organizadamente, la conjunción de los mejores jugadores y de las mejores propuestas para nuestra sociedad, traspasando y asegurando así los afanes de éxito a todos de los campos.

Ronald Scheel Bass,

presidente de la CChC de Osorno