Ala luz de los nuevos resultados de la prueba Simce, es preciso determinar una serie de puntos que permitan que este hito anual se transforme en una real oportunidad de mejora para nuestro sistema educativo.
La prueba estandarizada, aplicada a los distintos cursos, debe ser más que un proceso de medición, un proceso de evaluación; esto quiere decir que haya una real posibilidad de retroalimentación de los resultados. Centrarse hoy por hoy, sólo en el número alcanzado y hacer listados y ranking de "calidad educativa" está muy por lejos del propósito de la evaluación.
Hablar de "calidad" debe tener un sentido mucho más amplio que sólo resultados de aprendizajes en Lenguaje y Matemática; y aun cuando el Mineduc ha avanzado paulatinamente, evaluando otros indicadores como convivencia, alimentación saludable, vida ciudadana, autoestima, entre otros, aún siguen validándose los resultados del Simce como el gran indicador de calidad (67%).
La información debe ser pública y fidedigna, pero también lo deben ser los análisis realizados a partir de los resultados, de manera que los medios no sólo presenten los resultados, generando tendencias, ranking, medias, promedios, diferencias, etc. Es un error que sufre de un sesgo informativo y populista, contribuyendo a una mirada fatalista y "profecía autocumplida" del sistema escolar.
Por lo anterior, resulta fundamental empoderar a las distintas unidades educativas, donde no sólo se debata y se busquen responsabilidades de los resultados, sino que se ponga en ejercicio una maquinaria de acciones con sentido y propósito de mejoras, que nazcan a partir de la propia comunidad. Estas acciones debieran buscar mejorar los resultados de aprendizajes y en un sentido amplio, mejorar la forma en que hoy se educa. Es por aquello que la mejora debe contemplar necesariamente el contexto y la realidad local, ya que no se educa para obtener "290 puntos" en una prueba, sino que se educa para que el sistema educativo sea realmente un factor de cambio de sus realidades.
Esta crítica fue realizada a comienzos de año por la comisión de expertos que evaluó el impacto que está teniendo la prueba Simce en nuestro sistema escolar, en el que se termina reduciendo todo el proceso educativo al entrenamiento de una prueba para obtener altos resultados que conllevan altas tasas de admisión y supuesta calidad educativa.
El Simce debería diversificarse, con pruebas regionales que respondan y tomen en cuenta las realidades locales; sus resultados deberían utilizarse para generar planes de acción al interior de las escuelas y no sólo para establecer procesos de incentivos que terminan desvirtuando este proceso, como hasta ahora.
Héctor Álvarez Inostroza, director
de Docencia de Santo Tomás Osorno