León Smith
Lo que no pudo ser contigo, quieres hacerlo por otros.
Dios con toda seguridad te recibirá con los brazos abiertos cuando sea el momento.
Seguiremos orando por ti.
Germán Álvarez Hetz
Patricio Aylwin I
Los medios de comunicación no se han equivocado al dedicarle una gran extensión en tiempo y espacio a la figura de Patricio Aylwin Azócar. El recién fallecido ex Presidente sintonizó admirablemente con una porción importante -a veces mayoritaria- de los chilenos. ¿Por qué?
Porque Patricio Aylwin tenía tres condiciones -no son virtudes, ciertamente- que iban y venían desde lo nacional a lo personal, en flujos de ida y vuelta que se potenciaban. Por una parte, su carácter sensible -sensiblero, a veces- que prefería una dulzura de tono, una placidez de mirada, una cadencia bonachona, condiciones tan propias de esos segmentos nacionales que no osan levantar la voz, no miran de frente, no marcan el ritmo ni jamás interrumpen. Fue más un hombre de sintonías que de ideales.
Por otra, su infinita capacidad para adaptarse, en palabras y hechos, a las mareas del acontecer nacional. Hombre de un partido que ha hecho de esa piel sus vísceras, Aylwin asimiló perfectamente esa alma de taxista que tienen tantos chilenos: si el pasajero no está de acuerdo conmigo, yo, el que maneja, me pongo rápidamente del lado del pasajero. Al fin de cuentas, él paga, él vota.
Y, en tercer lugar, su religiosidad media, su intención de apartarse del así llamado fanatismo doctrinario o moral, o sea, su especialidad en cultivar sentimientos de solidaridad y bonhomía adecuadamente distantes de la fe o de la devoción. En un Chile de crecientes críticas a la religión institucionalizada, nada mejor que un liderazgo más parecido a la filantropía que a la creencia. Son tres vetas para que sus biógrafos se animen a estudiarlo mucho más como un político que como un estadista.
Gonzalo Rojas Sánchez
Patricio Aylwin II
Las mejores antologías son las que hace el tiempo. Así decía Jorge Luis Borges, quien descreía de los aplausos del momento. Creo que tal precepto también vale para la política.
De hecho, ahora veo en Patricio Aylwin con toda nitidez, lo que en su momento (a principios de los '90) ni siquiera entreví de refilón: el hombre que supo conjugar la ética de las convicciones con la de la responsabilidad.
También ahora veo en él algo más que un líder. Veo a un hombre que se aproxima (sólo eso, nada más, pero tampoco menos) a la figura de un estadista. De hecho, fue un hombre que trascendió el ímpetu partidista y que veló por los intereses del Estado, lo cual implicó no dejar plenamente satisfechas a las partes en pugna, ni en su momento ni ahora.
Tal es el trágico destino de los estadistas, según Oswald Spengler.
Patricio Aylwin, a diferencia de otros políticos chilenos de su tiempo, no bebió de la copa del mesianismo político. Cosa nada de fácil en un país que, en política, tenía una fuerte propensión (algo le queda todavía) al maniqueísmo y la idolatría.
Luis Oro Tapia, Escuela de Ciencia Política de la Universidad Central
El Quijote y Chile hoy
En este mes en que recordamos a Cervantes y su magna obra, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, símbolo del idealismo y sabiduría popular, propongo una ley que regale un ejemplar a todos los chilenos, comenzando por sus autoridades del Ejecutivo, legisladores y judiciales, políticos, empresarios, profesionales, trabajadores, estudiantes y aquellos que saben leer, y tener un lenguaje común para todos los problemas que nos aquejan, como por ejemplo dar castigo ejemplar a los delincuentes, anárquicos, terroristas, luchar por un justo ideal en beneficio de la comunidad, amar idealizando y preocupándose por el otro. Leer y reflexionar los refranes del materialista Sancho. Darse cuenta que gracias a una buena comunicación, Sancho se hizo un poco Quijote y El Quijote se hizo un poco Sancho, comprendiendo ese feliz término medio.
Si no sale la ley, los buenos ciudadanos debieran tener un ejemplar y leerlo al menos en una primera lectura como un libro de humor, eso que nos hace falta.
Marcos Concha Valencia
"Mandos medios"
Tanto en el sector público como en el privado podemos ver cada día detrás de un escritorio a empleados que debido a poco de autoridad, se permiten la libertad de hacer y deshacer con el tiempo y la dignidad de las personas. Muchos de estos personajes olvidan que nada es eterno en la vida y que tarde o temprano estarán al otro lado del escritorio y que talvez se les pague con la ley del" Talión ".
Jorge Valenzuela Araya