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Ubicación del terminal
En vista del proyecto abordado en vuestro diario sobre el proyecto municipal de asignar fondos regionales para la remodelación del Terminal de Buses, me parece de sobremanera importante hacer notar a la autoridad le necesidad urgente de sacar el rodoviario de su ubicación actual, opción que es desechada por el proyecto que se plantea.
Hoy se hacen circular buses por calles estrechas con alta congestión, como Julio Buschmann, Los Carrera y Errázuriz, las que turísticamente, además, no muestran la mejor cara de la ciudad. Ya que el mismo alcalde plantea que la ciudad no puede seguir dando la espalda a sus ríos, ¿no sería bueno aprovechar la oportunidad y proyectar el terminal en algún sector que lo ubique armónicamente dentro del Parque Hott o el Parque Chuyaca, donde, además, hay mejores accesos?
Nótese que no gratuitamente Valdivia y Puerto Montt ubican sus terminales de buses junto a los hitos turísticos que desean destacar como ciudad.
Rodrigo Alarcón Bohle
Abuso a joven en la calle
En la tarde del jueves fui a pasear por el centro de Osorno a ver la costanera que termina a orilla del río Damas, en el Cuarto Centenario, camino a la Villa Olímpica. En pleno cruce del puente, una señora, copiloto de un furgón escolar, con la cabeza afuera y apuntando a un lugar lateral del puente, me grita "por favor, llama a los pacos".
No entendí la razón. Me grita que violaban a una niña. Era una colegial con camisa, falda y corbata. Me asusté. Me di vuelta y observé. Vi a un grupo de tres o cuatro flaites vestidos con buzos deportivos y gorros reggaetoneros. Estaban acosando sexualmente a una quinceañera públicamente. Ella estaba de espaldas a uno de ellos con la falda subida y con los calzones al aire, desmesuradamente fuera de sí y siendo sobajeada por uno de ellos.
En un momento ellos se desatendieron por la expectación que se armó en el ambiente y la joven se marea y casi se cae de cabeza a un desnivel de un metro y medio de profundidad. Uno alcanzó a agarrarla oportunamente de la camisa y dirigirla a un lugar seguro. Ni vista de delicadeza en el trato de él con ella. Estaba estupefacto. Drogada o con copete, pero seguro la sustancia se la dieron ellos mismos para abusar de ella.
Me dio miedo estar en esa situación. Tuve miedo de que los flaites me tacharan de soplón por llamar a Carabineros, pero igual lo hice. Por suerte llegaron otras personas a llamarlos. Eran unos trabajadores de la costanera. Me comentaron que hechos como estos sucedían reiteradamente. "Ni hablar en verano" dijo uno.
De pronto aparece en la escena la señora del furgón escolar que interrumpió mi tranquilo paseo. Se dio el tiempo de estacionarse y acercarse para acelerar el proceso de llamado a Carabineros, estaba increíblemente angustiada con la mano en el corazón diciéndonos que si le pasaba algo así a su hija se moriría.
¡Qué increíble es el amor de madre a sus hijos!, que trasciende hasta al prójimo. Su aflicción era claramente mayor a la que vivíamos los varones presentes. Al rato, sin mucha demora, Carabineros llega. Eran dos en un auto. Uno se acercó a atender y ver a la abusada y el otro quedó al interior del auto. No me quedé a observar si se llevaron presos o no a los acosadores.
Germán Nazrala
El costo de la gratuidad
Sin duda que la gratuidad de la educación superior encierra una intención noble: brindar formación profesional a los jóvenes del país que de otra manera no podrían acceder a ella, lo que genera un efecto de movilidad social importante.
Pero es necesario advertir y reconocer que una educación de calidad constituye una inversión costosa. Requiere de profesores y recursos excelentes que sustenten la investigación, bibliotecas, bases de datos, laboratorios, materiales de trabajo, etc., para tener un efectivo impacto social. Elementos que las universidades en forma continua necesitan renovar. El problema se presenta cuando los fondos que el Gobierno comprometió para cumplir con la gratuidad no son suficientes, algo que sin duda afectará la calidad. Principalmente, en aquellas carreras que son socialmente sensibles a la sociedad, como Medicina, Ingeniería, entre muchas otras.
No brindar buena formación a los profesionales de la salud -y no sólo a ellos- puede tener un alto riesgo social, cuyo costo puede ser el desarrollo de los chilenos. Es imperante analizar mejor la complejidad propia de las instituciones de educación terciaria y los mecanismos de asignación de recursos para implementar esta nueva política de financiamiento, ya que cada carrera tiene costos distintos, y estos varían de una universidad a otra. Para hablar de una gratuidad real, la asignación tendría que estar dada por un acuerdo entre el Gobierno y las universidades. Esto sería lo más justo: respetar los aranceles que cada universidad ha asignado a su carrera conforme el prestigio que aquellas han alcanzado.
Mauricio Bicocca, Centro de Investigación en Educación de la Universidad de Los Andes