Partió una tarde de verano, cuando un aire tibio entraba por las ventanas de su apartamento a orillas del lago Llanquihue, en Frutillar Bajo.
Flora se había mantenido sufriendo una penosa enfermedad, pero siempre rodeada del cariño de la gente, de su familia y de los miembros de la Corporación Semanas Musicales de Frutillar.
A esto dedicó parte importante de su vida, extremando sacrificios para que desde la Región de Los Lagos se proyectara a Chile y al mundo un espectáculo de cinco días en torno a la música. Tuvo por aliada a la Universidad de Chile y a su Orquesta Sinfónica, como también a la Fuerza Aérea de Chile (Fach), llevando la música hasta Frutillar, donde ella se empeñaba en sacar adelante la Jornada de Conciertos con todo el brillo posible, realizándola en el Gimnasio Municipal debido a la falta de un espacio propicio para la categoría del evento.
Un esfuerzo épico: muchas veces, durante la realización de algún concierto vespertino, miembros de la Corporación debían acudir donde algún vecino para pedirle que callara a su perro, o incluso al gallo que había decidido formar parte del espectáculo musical.
Flora soñó con el Teatro del Lago, y lo concibió desde sus bases mismas, inaugurando de a poco distintos avances de la obra que nunca tuvo apoyo oficial ni gubernamental, sino solamente de los amigos de la Corporación y de algunas empresas comprometidas con la realización de las Jornadas. Flora probó allí su temple, su carácter firme y decidido, su visión de legar al sur de Chile una sala de conciertos de jerarquía mundial. Se sentía orgullosa y satisfecha, pero siempre estaba ambicionando más en sus sueños de largo alcance sobre arte, Chile, y la Región de Los Lagos.
Nunca pudimos traer a la orquesta sinfónica de la Municipalidad de Shanghai, un sueño que me permití transmitirle; quizás ahora debamos hacerlo en homenaje a su memoria, a su esfuerzo, a su dedicación, a su noble espíritu de música y de mujer.
Ahora debe estar con Marcelo, su esposo querido, compartiendo en caminos que nos son desconocidos, pero que ciertamente estamos seguros, Flora sabrá recorrer con sabiduría, generosidad y determinación. ¡Buen viaje amiga querida!
Luis A. Riveros Universidad de Chile