El Papa pide a curas en México no resignarse ante la violencia
MICHOACÁN. Unos 20 mil religiosos oyeron al Pontífice en un estadio de Morelia.
En su penúltimo día en México, el Papa Francisco llamó ayer a sacerdotes y monjas de ese país a no paralizarse ni resignarse ante la violencia y el narcotráfico que a veces enfrentan en sus comunidades y los convocó a encontrar inspiración en otros que lucharon contra la injusticia.
El vocero del Vaticano, el padre Federico Lombardi, estimó en 20 mil el número de curas, monjas y seminaristas que asistieron a un estadio de Morelia a escuchar al Papa, además de que alrededor de 300 mil personas salieron a las calles para recibirlo en la capital del estado de Michoacán, que se ha visto marcado por la violencia y la penetración del narcotráfico.
"El Papa está muy feliz", dijo el portavoz.
El Pontífice preguntó: "¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad?".
El mismo Papa respondió que esa tentación puede resumirse como "resignación", la que "nos paraliza y nos impide no solo caminar, sino también hacer camino". Pidió hacerle frente y seguir el ejemplo de otros, como Vasco de Quiroga, un obispo español que en el siglo XVI enfrentó las injusticias que vivían los indígenas.
El encuentro con los religiosos fue un guiño a la Iglesia después del sonoro regaño que lanzó el sábado a la alta jerarquía católica mexicana, cuando pidió a los obispos estar más cerca de su pueblo.
Calificó la resignación como "una de las armas preferidas del demonio" y dijo que caer en ella "nos frena para arriesgar y transformar".
La violencia que diversas zonas de México han padecido ha dejado desde 2006 más de 100 mil muertos y unos 27 mil desaparecidos. Michoacán llegó a ser uno de los estados más afectados por la presencia del narcotráfico, uno de cuyos carteles penetró incluso actividades como la minería y la agricultura. Algunos sacerdotes también han sido víctimas de la violencia.