Nuevas villas y vida en comunidad
La construcción de viviendas sociales en Ovejería Alto supone un desafío para la reconstrucción del tejido social. El individualismo le ha quitado muchos espacios a la vida en comunidad. La experiencia de la nueva villa puede marcar un nuevo rumbo.
Con la firma de la entrega del terreno a la empresa constructora Bedecarratz por parte del Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) para que levante cien casas sociales en el sector de Ovejería Alto, se puso fin a una áspera polémica que se suscitó en la ciudad cuando se conocieron los planes de parte del Gobierno para erradicar hacia ese lugar a decenas de familias que viven en campamentos, y que motivó el abierto rechazo de parte de los residentes de la villa Jardín del Alto, quienes criticaron la llegada de sus nuevos vecinos por estimar que se provocaba un evidente perjuicio a la plusvalía de sus propiedades y de su propia forma de vida. Transcurrido el tiempo, tal parece que la resistencia inicial de los vecinos originales ya ha menguado y que el sueño de la casa propia para las cien familias está muy cerca de coronarse con éxito, cuando a fines de marzo del próximo año la constructora entregue las flamantes casas.
Este episodio graficó los problemas de convivencia entre distintos grupos sociales no solamente propio de Osorno, sino que prácticamente de todo el mundo occidental. La idea de vivir dentro de burbujas o ghettos supone la negación del otro y la ilusión de crecer y desarrollarse en un ambiente que reniega de lo ajeno. Esta tendencia, algo natural en las sociedades desde que comenzó la especialización del trabajo y el desarrollo económico, se ha agudizado en el contexto de un modelo social que maximiza el individualismo y que desprecia el tejido social, al punto de considerar que en ciertas ocasiones, unos nuevos vecinos representan un peligro que es mejor evitar.
Aunque por cierto esto se trata de un fenómeno global, lo que corresponde ahora entre uno y otro grupo, en Ovejería Alto, es que los recelos se vayan disipando y que prime la voluntad, primero, de conocer al otro, y segundo, que vayan surgiendo iniciativas de convivencia que lograrán enriquecer la vida de todos los residentes, los de antes y los nuevos. Lo que ocurra ahí de aquí en más puede ser el inicio de una gran alianza y la demostración de que los prejuicios es mejor superarlos y enterrarlos. Será fundamental para ello fortalecer un nuevo tejido social.