Hace años, Chile ostenta el título del país con mayor desigualdad de los 18 estados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Si a eso sumamos el malestar generalizado contra las grandes empresas y la política en general, obtenemos un último y deshonroso trofeo: ser el país más desconfiado de todo el grupo OCDE.
Es bajo este escenario de fractura social que el mal denominado conflicto mapuche se ha desarrollado por décadas, estigmatizado a un pueblo completo por la violencia de unos pocos.
El sur de Chile está viviendo una época agresiva, injusta, que sus habitantes no se merecen. La paz social debe volver a nuestra tierra de la mano de oportunidades, que nosotros como mundo privado podemos tender a aquellos que no han sido alcanzados por el progreso.
La violencia, por lo tanto, debe ser aislada mediante el desarrollo, la inclusión y la integración, a través de proyectos que combatan la desigualdad, la falta de oportunidad y la pobreza, que en determinadas zonas del sur aún se vive con mucha crudeza.
Estos nuevos puentes deben nutrirse de nuestra raíz multicultural, característica transversal de todos los países latinoamericanos. Nuestra sangre se mezcla y se identifica tanto con variadas culturas como nacionalidades, que habitan un mismo territorio y comparten una misma nación. Este fenómeno sigue aumentando bajo una fuerte inmigración proveniente de todos los continentes, atraídos por las oportunidades que entrega Chile al extranjero.
Es ahí donde radica la fortaleza de esta segunda vía: generar proyectos de alto impacto social, que vinculen a etnias, culturas y nacionalidades, con un objetivo productivo, bajo alianzas público privadas virtuosas y amplias, capaces de generar una real vinculación entre chilenos, aislando el centro de donde surge el conflicto: la desigualdad, la falta de inclusión y de desarrollo horizontal.
La violencia no acaba con más violencia, sólo se contiene o se incrementa. Los que amamos el sur de Chile y nuestra bandera, sabemos que podemos abrir caminos e integrar a todos quienes creen en un país con igualdad de oportunidades para todos, sin importar su origen, credo, cultura o nacionalidad. Y la desconfianza sólo terminará cuando podamos cruzar este puente, construido entre todos, en un país donde el trabajo y el esfuerzo permitan reconocernos entre todos como chilenos, iguales ante la ley, pero también, iguales en derechos, responsabilidades y oportunidades.
Dieter Konow, director de la Multigremial
del Sur y presidente de Aproleche Osorno