El vicepresidente de Brasil, Michel Temer, pareció comenzar a allanar ayer el camino hacia una ruptura con el Gobierno de Dilma Rousseff en plena crisis, con la Mandataria bajo amenaza de ser sometida a un juicio con miras a su destitución.
En los últimos días, desde que la posibilidad del juicio político en su contra comenzó a ser palpable, Rousseff no dudó en ensalzar la figura de su vicepresidente, primero en la línea de sucesión en caso de que ella pierda el mandato, y también al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que Temer lidera.
Temer, sin embargo, mantenía un completo silencio que rompió ayer con una explosiva carta en la que reclamó que siempre fue tratado por Rousseff como un objeto "decorativo" y que el PMDB, la mayor fuerza política del país y principal pilar de la coalición de Gobierno, fue considerado un "mero accesorio, secundario y subsidiario".
Temer sostuvo que "jamás" él o el PMDB fueron "llamados para discutir fórmulas económicas o políticas sobre el país" y que solamente fueron contemplados por el Gobierno en momentos de crisis, como la actual, en los que su posición puede definir el futuro de Rousseff.
También resaltó que, cuando fue necesario, tanto él como el PMDB atendieron la convocatoria del Gobierno. "No titubeamos. Estaba en juego el país", aseguró, pero añadió que los acuerdos que asumió en esas situaciones con el Parlamento "no fueron cumplidos".
La vía alternativa
Según EFE, en el PMDB existen desde hace meses sectores que han declarado su decisión de romper con el Gobierno y el Partido de los Trabajadores, al que pertenece Rousseff. Uno de esos sectores es encabezado por Eduardo Cunha, quien como presidente de la Cámara de Diputados autorizó iniciar los trámites que pueden llevar a un juicio político contra Rousseff por irregularidades en los balances fiscales.