Mientras en Estados Unidos un aspirante republicano a la Casa Blanca se burla, con infinita crueldad, de un periodista con capacidades diferentes -desatendiendo, sin saber, el llamado al respeto y a la inclusión que realiza Teletón en nuestro país- acá un nuevo par de escándalos financieros vuelve a dejar las confianzas por los suelos.

A diferencia de la discapacidad física, que suele ser congénita, la aberración moral es siempre adquirida, tiene su origen en los impulsos más oscuros del corazón humano y es, a todo evento, altamente repudiable. Una de sus manifestaciones más frecuentes por estos días se asocia estrechamente a la avaricia.

El episodio más reciente tiene relación con el fútbol nacional y la organización que lo rige. Ambos parecen haber tocado fondo. Y lo que debería ser un deporte de multitudes se ha transformado, de pronto, en un coto de privilegios personales; una naranja jugosa de la cual exprimir hasta el último centavo, siempre de espaldas a la opinión pública y los hinchas.

La sinuosa trama de dineros extraviados y favores pagados, auditada ahora por un ex contralor, ha hecho caer en desgracia al hasta hace poco presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) junto a todo su directorio. Y lo que ayer unía la comisión de ilícitos, ahora lo separa la investigación de la justicia. Lamentable.

Igualmente vergonzoso e impresentable es el caso de Cema Chile. Esta fundación sin fines de lucro, originalmente creada en los años cincuenta para proporcionar ayuda social, fue literalmente usurpada durante la dictadura, merced a sucesivos cambios estatutarios. Hoy en día, estólidamente afirmada en esa máscara revenida que ha llegado a ser la viuda del ex dictador, funge como caja pagadora para una familia que, todo sea dicho, desconoce el significado profundo de la palabra dignidad.

Ambas irregularidades le hacen enorme mal a Chile. Denotan esa descomposición moral que perfora la credibilidad y la confianza que requieren las instituciones para poder funcionar. Por eso urge remediarlas lo antes posible. Y evitar, mediante el imperio del derecho, que sus responsables continúen en la odiosa impunidad.

Xavier Echiburú

Cuando la desconfianza se torna crónica y marca la contingencia en los más variados ámbitos del quehacer nacional, tenemos un problema que es necesario solucionar, tanto a nivel país como en el plano de la autocrítica personal.

Las colusiones en las farmacias, los pollos y el papel tissue, el descrédito de la clase política, los casos Caval y SQM y hasta los escándalos en la Anfp, entre otros, han dañado algo sagrado en la sociedad chilena: la confianza.

Sin embargo, todas estas malas prácticas también pueden servir para reinventarnos. De estas lecciones se puede salir fortalecido como ciudadanos más activos, informados y con opinión, para evitar quedar expuestos a estas malas experiencias y abusos de poder.

Un buen punto para comenzar es una introspectiva de cómo ser mejores personas, de cómo cada uno aporta para tener una sociedad más humana y menos esclava del dinero, algo que ha dejado profundas y dolorosas cicatrices en el ADN nacional durante el último tiempo.

Hay que estimular con fuerza la cultura del buen ciudadano. Muchas veces basta una conversación en torno a un café para despertar el sentido proactivo que invite a superarnos y cambiar la lógica del "me da lo mismo", a fin de generar esas transformaciones tan importantes en el yo interno.

Esta premisa no requiere del despliegue de ningún medio económico ni hipoteca voluntades individuales o colectivas, sólo requiere del compromiso para construir una mejor sociedad, donde todos tienen algo que decir y aportar con acciones.

Es necesario cuidar nuestros espacios y el medio ambiente, ser respetuosos con nosotros mismos y los demás, actuar con ética, potenciar la solidaridad durante todo el año y no sólo en fechas específicas. Hay que ver como un aliado a quien está al frente y no como un potencial enemigo, eso ayuda a superarnos como seres comunitarios.

Necesitamos con urgencia "resetearnos" y tener una actitud cada vez más protagónica con los demás y la ciudad que nos alberga, tema que por cierto a la larga nos hará mejores seres humanos.