Una de las formas con que se describieron e interpretaron las inter-relaciones territoriales, es la que se expresó en la "dualidad" Mismo-Otro. Tradicionalmente estas interacciones se revelaron como una dicotomía en que los términos y sus referencias se entendieron como antagónicos y excluyentes, y donde esta interacción fue siempre reconocida como determinaciones entre fragmentos (datos, aspectos, dimensiones, estratos, grupos, clases, etc.,) en los que uno de ellos resultaba determinante y el otro determinado, en verdad, subordinado.
Lejos de la tradición estuvo pensar estas interacciones como interrelaciones codeterminativas, cuya figura fuese la de una red más que la de una cadena, como prefería Descartes. De esta manera Mismo y Otro rechazaron tajantemente la posibilidad de referencias mutuas. Algo, lo que fuere, o era parte de lo Mismo y entonces tenía identidad y autonomía y libertad, o era parte de lo Otro, y entonces carecían de ellas; pero ambos eran inconmensurables entre sí. La sentencia cartesiana de ser esto o lo otro (por ejemplo, pensamiento o extensión), así como la de Shakespeare de ser o no ser fueron irrebatibles. Por esto en la situación moderna, el territorio en cuanto expresión de lo Otro sólo podía obedecer a esa lógica hegemónica del racionalismo imperante en todo y para todo. Cualquier transgresión a esta norma lógica era signo de irracionalidad, por tanto, de error y falsedad, y en último término de mitología. Y, en esta clasificación que entendía el espacio como mera extensión, el territorio latinoamericano, y por extensión sus habitantes, fue siempre parte de lo Otro, una suerte de limbo existencial.
Por esto, un problema insuperable para esta lógica se presentó cuando hubo necesidad de establecer, no a qué sino a quiénes se aplicaban con propiedad estas categorías, con lo que el asunto pasó de ontológico a antropológico (o biográfico). Y, como afirma el reciente pensamiento crítico latinoamericano de un Mignolo, Escobar o Quijano, cuando esta discriminación se fundó en la raza, entonces la acción de discriminar en tanto diferenciar, se volvió discriminación, o sea, dominación y exclusión social y cultural. Entonces surgió históricamente la Colonialidad, cara oculta de la flamante Modernidad que debe su origen e identidad a esta discriminada América Latina, la que desde entonces, paradójicamente, busca su propia identidad.
Nelson Vergara Investigador Asociado del Ceder ULagos