El necesario debate sobre la corrupción
En diciembre de 2014, Transparencia Internacional situaba a Chile y Uruguay como los países menos corruptos de Latinoamérica y los ubicaba entre los 21 menos corruptos del mundo. Sin duda que al conocerse los casos que se han develado en el presente año, la situación podría cambiar.
En el debate acerca del grado de corrupción que se da en el país suele predominar la convicción de que tales situaciones son excepcionales. Sin embargo, resulta preocupante que los estudios y las últimas revelaciones sobre el tema van mostrando cómo este problema parece estar más instalado de lo que se cree en el país, lo cual carcome la legitimidad de las instituciones y la confianza de la gente.
Tal vez estos casos no son nuevos, sino que estuvieron escondidos y cuando algo afloró no se le dio la verdadera importancia. De hecho, hace algunos años el ex Presidente Ricardo Lagos lanzó una desafortunada frase sobre los casos ocurridos durante su gobierno (MOP-Gate, MOP-Ciade, Corfo-Inverlink, EFE, sobresueldos), al decir que fueron situaciones puntuales, "dos pesos por aquí y cuatro pesos por allá". Ese punto de vista tiene un problema grave de fondo y es que pareciera significar que hay que acostumbrarse a ello. El fiscal nacional Sabas Chahuán señalaba que ya entre 2007 y 2008 se produjo un importante incremento en el número de causas de corrupción ingresadas al sistema penal, cuando la figura más recurrente era el fraude al Fisco.
La corrupción es un fenómeno complejo que atenta contra la institucionalidad, erosiona la confianza de los ciudadanos en los organismos públicos y puede llegar a desestabilizar el Estado de Derecho. Los casos que se han develado últimamente se refieren a enriquecimiento ilícito, uso de información privilegiada y al uso fraudulento de boletas de honorarios para financiar campañas electorales.
Hasta ahora la corrupción tiene baja penalidad en relación al daño social que produce, lo que limita sus efectos a multas irrisorias, que no alcanzan a los mandos superiores, ya que queda la sensación de que las sanciones "no llegan más arriba". El acostumbramiento y la indiferencia han sido siempre malos síntomas.