El daño que causa la falta de transparencia
Manifestar la disconformidad y el rechazo frente a la nominación del señor Juan Barros en la diócesis de Osorno no es ir en contra del magisterio, de la tradición, de los concilios, ni en contra de la autoridad del Papa ni menos contra las escrituras. Una Iglesia que en todo el mundo ha visto el daño que ha producido la falta de transparencia, el secretismo, la falta de diálogo, el ocultamiento de delitos civiles y canónicos venía dando muestras de conversión y apertura para una mayor participación de las comunidades locales. Sin estas últimas, nada de lo que durante años permaneció oculto hubiese sido conocido.
La jerarquía de la Iglesia cae en una contradicción y retrocede en el espíritu renovador que el mismo Espíritu eclesial ha venido mostrando en los últimos años. Nadie sabe por qué se sacó al sr. Barros del Obispado Castrense, nadie sabe por qué y quién propuso su nombre al Santo Padre, la Conferencia Episcopal permanece muda y la Nunciatura responde con un breve y simple comunicado a tantos que les han hecho llegar sus molestias. Actúa bajo una mal entendida y ejercida "diplomacia Vaticana" que por confirmar el nombre de una persona desconoce y se muestra indiferente ante tantos requerimientos de una comunidad. El Nuncio apostólico actúa sin dar la cara a la opinión pública y prefiere investigar y enviar información sobre sacerdotes que considera disidentes por su opción por los pobres y por abrir el diálogo, pero no actúa de la misma manera frente a un pastor, que tiene la misión de liderar y servir en la Iglesia de Osorno, y que ha producido una fractura inédita en la Iglesia.
Nuevamente es la comunidad la que pide respuestas, nuevamente esas respuestas no se dan. Nuevamente caemos en la poca deferencia, en no establecer mecanismos claros de información. Nuevamente todo se resuelve puertas adentro. Este nombramiento no le hace bien a la Iglesia, no le hace bien a Chile, no le hace bien a las víctimas, no le hace bien a la credibilidad de la Iglesia, no le hace bien sus pastores que prefieren apelar a un argumento de autoridad antes de reconocer que muchos no están de acuerdo y que hubiesen preferido otro obispo.
Una Jerarquía que se dice defensora de la vida, que llama a la objeción de conciencia, que escucha y defiende a su comunidad cuando le ven vulnerados proyectos educativos, debe escuchar también a una comunidad que defiende la vida de su pueblo, respetar la objeción de la conciencia y defenderla frente a quien no los representa.
Iván Navarro