Los aportes reservados para el financiamiento de las campañas, que al parecer no son tan reservados; los correos de un grupo de parlamentarios con los UDI con los dueños del Grupo Penta; la formalización del ex subsecretario de Minería por cohecho y lavado de activos; la polémica por el yate para recolectar recursos para la candidatura de Michelle Bachelet, son ejemplos recientes que podrían explicar el distanciamiento de parte de la ciudadanía con la actividad política.
Numerosos estudios y encuestas, de los últimos años, han revelado que la cada vez más escasa participación ciudadana en la vida cívica tiene que ver con la desilusión que hay con respecto a los actores que se desenvuelven en la política, a quienes critican por preocuparse más de sus intereses y el de sus partidos, que de lo que realmente preocupa a los ciudadanos.
Lamentablemente, a la luz de varios acontecimientos observados, ese "divorcio" de intereses se aprecia con claridad.
Y sin duda la comunidad se confunde al ver a autoridades desmintiéndose unas a otras; a personas del mismo partido haciéndose amenazas y desaires.
Estos hechos, entre otros, hablan de una profunda distancia entre los pequeños grupos que se mueven en la esfera política y las mayorías, que aspiran a una vida en paz y armonía.
Así las cosas, problemas realmente importantes para resolver en el territorio, pasan a segundo plano de discusión.
La eficiencia y el trabajo por el bien común, son las obligaciones de quienes están en las esferas de poder; no un favor que la ciudadanía deba agradecerles. Pero, a veces, ese poder queda olvidado y es reemplazado por rencillas pequeñas, que sólo ahondan las desconfianzas de la comunidad.
Por una parte, es obligatorio que las acciones más complejas y graves, como el tema del financiamiento, no queden impunes; y por otro lado, es deber de los partidos que, realmente, comiencen a prestar más atención a los requerimientos ciudadanos, en vez de defender sus propios intereses.