El principal argumento que escuchamos para eliminar el lucro en la educación estaría en que los sostenedores o dueños de colegios privilegiarían el obtener ganancias de corto plazo antes que reinvertir o mejorar la calidad de sus establecimientos. Los incentivos estarían mal puestos, por lo que no pueden haber recursos públicos (léase subvención) que vayan a establecimientos que permitan lucrar a esos sostenedores.
Podríamos extender este argumento a la salud, por lo que el Ministerio respectivo no debería "comprar" camas y procedimientos en el sector privado; tampoco el Ministerio de Obras Públicas cuando entrega, mediante procesos de licitación, obras a privados. Suma y sigue en todas las actividades. En Educación, los colegios sólo deberían comprar bienes y servicios (cuadernos, hojas, uniformes, servicios de luz, telefónicos, etc.) a empresas sin fines de lucro.
Esta es una visión, al menos, marxista ya que el capital no debería ser remunerado, sólo el trabajo (no debiera tener ganancias quién invierte, sólo los trabajadores, a pesar de que ellos también lucran con su trabajo).
Por otra parte se piensa que los emprendedores sólo buscan la ganancia de corto plazo a costa de sacrificar calidad. Nada más alejado de la realidad. La única manera que un emprendedor de la educación, como en cualquier otro sector, pueda recibir la justa retribución por su esfuerzo e inversión es cumpliendo con su promesa en el largo plazo y por tanto ofrecer productos de la calidad prometida. El Estado, en cambio, a estos efectos, es una entelequia. Son los funcionarios públicos los que administran y definen las políticas y la distribución de los recursos. Los tiempos políticos son cortos y requieren reelegirse, por lo que su visión, a diferencia de la de los emprendedores, es por definición e incentivos, de corto plazo.
¿Quién entonces asegura mejor calidad? Los resultados de los últimos 30 años son más que elocuentes, en todos los sectores. Los pocos lectores que han seguido estas líneas saben que he defendido el lucro como motor del desarrollo de la sociedad y de cada uno de los individuos, al tiempo que he condenado los monopolios y abusos, que deben castigarse.
Hoy hay muchos rasgando vestiduras porque el lucro se demonizó y corremos el riesgo que este mismo argumento se disemine para todos los demás sectores de la sociedad. ¿Por qué no la salud, la alimentación, la previsión, los sectores "estratégicos" como la minería o la vivienda? No lloremos cuando los que debieron defender los principios no lo hicieron por ser "políticamente correctos y para no perder votos".
Víctor García Ossa