lyevenesc@australosorno.cl
La casa de Mónica Azócar (70 años) tiene un distintivo cerco amarillo y dentro de su sitio destaca una bandera chilena que flamea al viento, lo que da la impresión de que aún estuviera viviendo el mes de septiembre y sus fiestas.
Al llamarla a viva voz, Mónica sale a atender con un delantal de color azul y en lo que es el jardín de su casa, se pueden ver verduras, huevos y frutas dispuestas en unos mesones de tablas gruesas, donde uno de sus hijos se encuentra cortando zapallo para venderlo durante el fin de semana.
Mónica tiene su casa justo frente del terreno que se conoce actualmente como la Feria Moyano, en Rahue Alto norte, y que en realidad se llama Feria "Esperanza para un futuro mejor".
Desde hace más de cuarenta años que esta señora de carácter amable vive en aquel sector situado a un costado de la Ruta U-40 al mar junto a sus cinco hijos y su esposo José Moyano, hijo de Vicente Moyano y Fidelia Ancapán, los primeros dueños de un terreno de 12 hectáreas que siempre se conoció como "sector Moyano" y que ahora no guarda parecido con lo que fue hasta los años '70.
Mónica actualmente se encuentra preocupada por lo que está sucediendo con las personas que venden productos en la feria Moyano, ya que 172 de los 300 comerciantes que venden cada fin de semana tienen permisos municipales, razón por la cual están solicitando al alcalde Jaime Bertín les otorgue una autorización. No obstante, la autoridad comunal se niega a emitir más permisos para venta ambulante en la ciudad, lo que ha generado protestas y una fuerte controversia.
Mónica reconoce que cada fin de semana son muchas más las personas que llegan a instalarse en este terreno baldío, superando la capacidad del espacio.
"Si todos nos acomodásemos bien, podríamos caber, pero me parece mal que muchas de estas personas se estén instalando en medio de la calle y no dejen pasar el tránsito o que lo hagan frente a domicilios particulares", opina.
La esposa de José Moyano tiene autoridad en el tema, pues ella vio nacer una feria que otrora no era más que campo y tranquilidad.
origen del nombre
Cuando fallecieron los suegros de Mónica, el terreno de 12 hectáreas fue repartido entre 12 hermanos. Cada uno se quedó con una extensión de campo similar y cuando pasó eso, lo primero que se quiso hacer fue conseguir agua potable.
Antes de ello la familia bebía agua de pozo "y era un líquido que estaba tan contaminada que a todos nos dio sarna", relata.
Por lo mismo, los vecinos y familiares se unieron y gracias a las gestiones del alcalde de los años '80, Luis Urzúa Romero, lograron abrir la tierra y acceder a la red de agua.
"Claro que como vecinos e interesados tuvimos que colaborar en la excavación del terreno. Los hombres después de su trabajo diario (a eso de las seis o siete de la tarde), llegaban a excavar con picos y palas y nosotras vendíamos empanadas y otras cosas y utilizábamos la plata que juntábamos para pagarle a otras personas que nos ayudaran con la excavación", cuenta.
Otro problema fue acceso a la luz y para hacerlo había que colocarle un nombre al sector y como casi el 100 por ciento de las personas que vivía en el lugar era de apellido Moyano, finalmente quedó como Moyano. "Recuerdo que eso sucedió en el tiempo en que estaba el alcalde Ramón King", dice.
Otro recuerdo que acompaña a Mónica es el de la tranquilidad que había en el lugar cuando era un predio rural.
"En esos años no había poblaciones y sólo se escuchaba el canto de los pájaros. Esto era puro campo y la tranquilidad sólo era interrumpida por la pasada de vehículos de lo que era un caminito polvoriento que atravesaba el terreno y en el que la gente se dirigía hacia la costa (actual ruta U-400 al mar). Al cruzarlo, estas personas dejaban toda nuestra casa llena de polvo".
Donación
Según Mónica, con el tiempo y a medida que las familias iban creciendo y vendiendo parte de sus propiedades, el terreno cada vez se fue achicando más.
Eso, hasta que quedó una pequeña extensión de lo que otrora fueron poco más de doce hectáreas.
"Es el terreno donde actualmente se encuentra la Feria Moyano, la multicancha y la plaza que está más allá. Como junta de vecinos que éramos, decidimos que lo mejor sería no intentar repartirse lo que quedaba y que la mejor opción era donar el espacio y entregarlo a Bienes Nacionales para que se utilizase como de bien común", indicó.
El terreno se mantuvo casi sin actividad hasta que hace cuatro años el municipio decidió dejarlo para que la gente pudiese tener una opción de ofrecer sus productos.
"Antes la gente lo hacía en el terreno donde ahora está Cesfam de Quinto Centenario, pero cuando ese terreno se cerró, la gente comenzó a venir para acá y pronto fue agarrando cada vez mayor fuerza", señala Mónica, quien dice no arrepentirse de ello.
"Creo que fue una muy buena decisión la que tomamos, porque se le está entregando una oportunidad a gente que no tiene trabajo".
Eso sí, asegura que hay personas que se aprovechan de la informalidad.
"Existen comerciantes que vienen a instalarse aquí y tienen negocios en dos o tres partes más de la ciudad. Son gente que no está necesitada y vienen a quitarle espacio a otros que sí requieren trabajar", asegura.
Antes de cerrar el cerco de su casa, Mónica dice recordar con cariño los días en que en el espacio donde ahora se instala la Feria Moyano ella cultivaba verduras y criaba gansos.
"Ahora no podría hacerlo, estoy muy vieja", comenta.