Hay consenso en que nuestra provincia de Osorno ha intentado, pero no con la suficiente fuerza, fortalecer su capacidad exportadora y su actividad turística, pero aún falta mucho por hacer. Tanto el desarrollo económico como el del sector turismo traen consigo el desarrollo de nuevos mercados y amplían nuestras capacidades de crecimiento otorgándole una mayor opción de sustentabilidad a nuestra economía local.

No cabe duda que el principal motor de desarrollo económico de nuestra provincia es la producción agropecuaria. Actualmente representa la mayor fuerza productiva láctea de Chile, de lo cual sólo un porcentaje menor se exporta, siendo la leche en polvo el principal producto exportado. En producción de carne somos líderes en con un 27,5% del total producido en el país, pero de estas cifras, sólo un bajo porcentaje tiene como destino el mercado externo. En relación a la producción y exportación de frutas y flores podemos destacar todo nuestro potencial, sin embargo, estamos muy lejos de alcanzar los estándares sugeridos en materia de exportación.

En relación al turismo, infructuosamente se ha intentado fortalecernos como destino, sin alcanzar las tasas de ocupación hotelera de nuestros vecinos Puerto Varas, Frutillar o Valdivia, ello a pesar que nuestro paso Cardenal Samoré es el segundo en importancia a nivel nacional.

La experiencia y el sesgo de la formación me sugieren que un trabajo articulado, planificado y sistemático es y será el camino para el logro de los resultados esperados. Se ha diagnosticado la importancia de la construcción de un plan estratégico para los productos turísticos de la zona y ello irremediablemente requiere del trabajo conjunto de públicos y privados, de municipios y gobierno provincial, de cámaras y centros educativos, en definitiva, de todos los actores, bajo un mismo paraguas denominado plan estratégico provincial.

Actualmente se promueve la mesa de Comercio Exterior y Turismo, que está precedida por experiencias similares, donde los resultados, luego de algunos años de trabajo, son sorprendentes, ya que cuando los sectores público y privado se unen, es posible avanzar más rápido y en forma sostenida. La invitación es por tanto a que al alero de la mesa de comercio Exterior y Turismo, Instituciones de educación, gremios, servicios públicos y por supuesto organizaciones sociales relacionadas, se reúnan y en un trabajo mancomunado podamos fortalecer nuestra capacidad exportadora a la vez que transformarnos en destino Internacional.

Ramón Rubio

La sala el Senado aprobó la semana pasada el proyecto de ley que busca ampliar el Mecanismo de Estabilización de Precio de los Combustibles (Mepco) que actualmente rige sobre las bencinas de 93 octanos, para que actúe sobre las gasolinas de 95 y 97 octanos. El principio del mecanismo es evitar variaciones de más de cinco pesos en las gasolinas.

El Mepco sustituyó al Sistema de Protección al Contribuyente (Sipco), creado en 2011 durante el gobierno de Sebastián Piñera y que terminó siendo cuestionado. En general, este tipo de iniciativas se remontan al año 1991, cuando nació el Fondo de Estabilización del Petróleo que dio inicio a la historia de siglas y acrónimos que buscan reducir el impacto que tiene en los bolsillos de los chilenos el precio de los combustibles, influido fuertemente por el impuesto específico.

Es finalmente este impuesto el que tiene el peso más importante en las variaciones del precio de los combustibles, según reconocen expertos. A pesar de haber sido creado para la reconstrucción de obras públicas tras los daños del terremoto del 1985, los casi 2.500 millones de dólares que recauda ya no se aplican a aquel evento. Pero su efectividad como gravamen hace muy difícil que cualquier administración del Estado esté dispuesta a quitarlo o rebajarlo. Es la razón de fondo para su permanencia. Hablar de que es un impuesto que apunta a sectores más ricos de la población (que usa automóviles), o que desincentiva el uso de los vehículos motorizados para el cuidado del medioambiente, o que busca evitar el abuso de los autos para lograr descongestionar, entre tantas otras razones, es casi absurdo.

Aun así, el Estado debe velar porque los precios de los combustibles no terminen castigando de manera significativa a la población. Los fondos y mecanismos para evitar el impacto de los vaivenes en los precios ya han demostrado que tienen un resultado marginal para los castigados consumidores. El tributo específico ya cumplió con creces su objetivo y es necesario que no se siga sometiendo a la clase media a este sacrificio. Es más, como hoy las carreteras son concesionadas, se condena al automovilista a una doble carga. Este es un problema que requiere de una solución definitiva y no de paliativos que no apuntan al tema de fondo: el alto precio que los chilenos pagan por los combustibles.