Osorno se ha mantenido aún relativamente al margen de los acelerados procesos de cambio acontecidos en algunas de las grandes ciudades chilenas. Esta evolución más pausada ha permitido que se preserve, en su centro histórico, un conjunto de edificaciones de etapas históricas características, tales como la de la colonización centroeuropea, mayormente de origen germano, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y la de la modernidad, desarrollada con ímpetu fundamentalmente hasta los años '60 del siglo XX.
Esta condición originó un centro urbano que, a inicios de siglo XXI, admite la conjunción de tradición y modernidad, un conjunto patrimonial de indudable valor.
No obstante, hoy en día la ciudad se encuentra en un umbral. El crecimiento en extensión y la inadecuada calidad de los transportes públicos ha multiplicado la necesidad de desplazamientos particulares, con la consiguiente demanda y construcción de nueva infraestructura vial y la aceleración de los flujos urbanos. Inevitablemente se deberá realizar expropiaciones en el centro histórico, algunas de valor patrimonial.
Ante esta nueva riesgosa realidad, la arquitectura de valor patrimonial del centro histórico, sobre todo las edificaciones modernas, puede cumplir un renovado rol, en tanto son estructuras que, dada su calidad constructiva y características espaciales flexibles, pueden ser puestas en valor mediante reciclaje y reconversión programática, pudiendo servir de modelo detonante para futuras intervenciones de re-densificación del centro histórico, una forma de limitar la "tradicional" expansión urbana en extensión -costosa limitante de la integración- y la degradación del paisaje.
A mediados de siglo XX, Osorno no había crecido mucho en extensión. Tenía solo 10 por 15 manzanas más la extensión de Rahue. No obstante su reducido tamaño, contaba con un centro consolidado en el que destacaban las edificaciones modernas, institucionales, comerciales y habitacionales, que habían sido construidas desde fines de la tercera década del siglo y que dotaban al centro de una extraordinaria vitalidad. En consonancia con su consolidación económico productiva, Osorno crecía, pero con un formato metropolitano de ciudad más densa. Hoy en día, usufructuando tanto de sus valores intrínsecos como de su valor por ubicación, es posible el reciclaje y reconversión programática de esos mismos edificios -que ya forman parte del patrimonio local- con lo que además se asistiría al crecimiento sustentable de la ciudad.
Hugo Weibel Fernández