El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) ha dado a conocer esta semana que el desempleo se elevó a 6,7% en el trimestre junio-agosto, un punto porcentual más que el año pasado, cuando se ubicaba en 5,7%. Este índice se ubica por sobre las proyecciones de los especialistas.
En materia local, el indicador señala que respecto del mismo período del año anterior, la ciudad de Osorno registra un incremento de un punto porcentual, con lo que llega a una tasa de 5,8% y es la que exhibe la mayor cesantía entre las grandes ciudades de Los Lagos.
Parece ser que ésta es una de las consecuencias que la ciudadanía comienza a sufrir a raíz del descenso en las tasas de crecimiento de la economía.
A juicio de algunos expertos, la desaceleración que ha presentado este año la economía tiene sus causas dentro y no afuera de nuestro país. Se estima que por cada 1% menos que se desarrolla la actividad económica, el empleo deja de crecer en torno a 0,4% en Chile. Se esperaba que las primeras consecuencias de este frenazo se manifestaran en el deterioro del empleo.
Por otra parte, los gremios empresariales habían manifestado que frente a la secuencia de anuncios de reformas, como la tributaria y la laboral, lo más probable es que se detuviera la contratación de personal en las empresas, a la espera de ver cómo se resolverán esas legislaciones. La pregunta que se hacen es ¿quién contratará si no sabe en qué condiciones y nuevas obligaciones lo hará?
Desde el punto de vista del trabajador que pierde su empleo y de aquellos jóvenes que salen a buscar un cupo y no lo encuentran, el desempleo es un drama humano y social para ellos y sus hogares, porque afecta su dignidad, deteriora la calidad de vida y genera desesperanza.
El empleo produce buenas cifras económicas para un gobierno, genera productos y servicios a la sociedad, y utilidades a las empresas. Pero cuando se deteriora el crecimiento de la economía, se produce una reacción negativa en cadena. Esperamos que el problema no se acentúe.