La adolescencia es una etapa en que uno de los principales procesos psicológicos es lograr consolidar, en una organización relativamente estable, tanto la identidad personal, como social y sexual.
Para lograrlo, conocer, explorar y comprender tienen una importancia capital, pues son las herramientas con las cuales se esculpe nuestra mente. Muchas de éstas, ya están instaladas desde las más tempranas etapas de la infancia, pero al llegar a la adolescencia, aquellos objetos con los cuales el niño/niña juega y aprende suelen tener un cambio radical durante estos años. Debido a lo anterior, esta etapa es vista como llena de riesgos y amenazas, pero también colmada de oportunidades.
Entre los nuevos juegos que utiliza el adolescente para acercarse al mundo adulto está el consumo de drogas tanto legales como ilegales. Esto representa un tema de controversia y debate en nuestro país, quedando aún mucho por reflexionar antes de tomar decisiones, especialmente en el plano político respecto de la legalización de la cannabis y sus derivados.
Esta droga es ampliamente consumida por los jóvenes, es fácil de conseguir, poco costosa y ofrecida de forma corriente entre las amistades. Además, goza aún de la reputación de ser prohibida y sus efectos nocivos son puestos en duda por quienes, por diversos motivos, la aceptan como parte de sus vidas.
La investigación tanto médica como psicológica nos ofrece algunos datos interesantes que merecen ser comentados. El primero señala que se puede encontrar evidencia científica de que los cannabinoides pueden producir dependencia tanto física como psíquica en proporción de 1 a 6 adolescentes, es decir, existe la probabilidad de que un consumidor adolescente pueda tener problemas de salud en su consumo habitual.
El segundo aspecto plantea que es sabido que el consumo habitual puede potenciar las fragilidades psíquicas e inducir períodos depresivos como también predisponer a manifestaciones de trastornos de ansiedad o de pánico.
El sujeto hace la droga y no a la inversa, como plantea David Le-Breton (2012), es decir, los efectos farmacológicos difieren entre los individuos a partir de sus expectativas, y en particular de las carencias esenciales de un sujeto, de una vida resquebrajada por las angustias que no tiene nombre dentro del cotidiano de la adolescencia. Estamos en una sociedad que entrega valor a las soluciones químicas para manejar las tensiones personales. Así, entonces, la invitación es a retomar un camino en que el autocuidado y la reflexión informada orienten la toma de decisiones que cada sujeto debe hacer respecto de este tema.