Una mezcla de factores que por sí mismo ya representan un grave riesgo, pero que en conjunto se han transformado en un amalgama mortal, es la que se observa en las últimas semanas en la Ruta Internacional 215.

En un plazo de un mes y medio, esa transitada vía -que conecta Osorno y Entre Lagos y, desde allí, con el límite argentino, ha sido escenario de tres atropellos fatales.

De acuerdo al testimonio de los propios vecinos y las declaraciones de Carabineros, se observan al menos tres situaciones sumamente complejas.

Lo primero es la alta velocidad en que circulan muchos automovilistas, en una ruta que hoy en día difícilmente ofrece las condiciones siquiera para un tránsito por sobre los 80 kilómetros por hora. De hecho, un recorrido de pocos minutos por la vía permite comprobar que muchos vehículos -incluidas camionetas de grandes dimensiones y hasta algunos camiones- superan largamente esa cifra. A eso se suma que no se observa habitualmente control de Carabineros a esa mala práctica en particular -lo que sí ocurre en otros puntos de la provincia como la Ruta 5 Sur- de tal forma que quienes incurren en esa grave infracción tienen cierta conciencia de que no serán multados.

Un segundo elemento se vincula a la mala calidad del pavimento, que provoca la generación de grandes baches, lo que muchas veces se traduce en pérdida de control de los vehículos y daños a sus neumáticos y sistemas de suspensión. Se agrega la mala señalización e iluminación de la carretera, que hacen especialmente difícil el tránsito por las noches y con lluvia o niebla.

Otro factor actual son las faenas de reparación entre los kilómetros 2 al 24, que a juicio de los vecinos no se realizan con suficiente orden ni planificación, lo que se refleja actualmente en problemas en la berma, cruces e incluso la propia capa asfáltica, que en algunos sectores se hace prácticamente intransitable. Con todo, más que excusas y justificaciones de autoridades y privados a cargo de las obras, se requiere respuestas reales, concretas y rápidas para evitar que la vía se gane el apelativo de una virtual 'ruta de la muerte'.

Al parecer la filosofía quedó corta cuando propuso tempranamente que el hombre 'es' o 'existe' en cuanto 'piensa'; o 'es la cosa que piensa…'.

Esto nos llena de satisfacciones puesto que nos puso camino a las estrellas; aunque por medio hayamos dejado huellas animalescas imborrables y vivas hasta la hora presente. Debió agregarse que somos la cosa que juega; que es capaz de inventar todas las formas para que las facultades físicas y psíquicas se armonicen y fortalezcan al más alto grado de entretención, competencia, rendimiento o sobrevivencia.

Y todo comienza en los ciclos vitales cuando las especies amamantan sus críos y juegan con ellos; luego, para los seres humanos, vienen los jardines, colegios, liceos o como se llamen, donde- seamos honestos- lo más esperado y alegre son los recreos. Excepcionalmente existen asignaturas donde la función lúdica tiene cabida gracias a las habilidades pedagógicas; y no estamos hablando de educación física; la que, para muchos estudiantes es un calvario. De aquí pasamos a las grandes ligas deportivas chilenas o mundiales ¡como espectadores pasivos o fanáticos! Después de milenios el deporte se ha organizado y normado sus disciplinas a tal punto, que ha comprometido al mundo entero. Y esto es muy serio por cuando el concepto autónomo de país queda supeditado a las federaciones, asociaciones, ligas o comités internacionales de los deportes correspondientes.

Estas megaorganizaciones son capaces de producir eventos con centenares de deportistas y con un público que repleta sus tribunas con millares de fanáticos, en tanto las radios y televisores acaparan la atención de miles de millones. Esto es maravilloso, fantástico; es una locura en medio de tantas carencias, miserias e injusticias humanas. Ninguna causa por la paz, por la naturaleza, por las artes y la cultura, por los derechos humanos, ha logrado motivar a tantas personas, instituciones, empresas y países, como lo hace el deporte .Ninguna ha podido gastar ni comprometer tantos recursos para que 'pensemos' con pasión y grandes convicciones, sobre los desafíos de un nuevo mundo; Ninguna nos ha hecho llorar cuando perdimos derechos, o gritar o reír cuando derrotamos la pobreza, la discriminación o la cesantía, de manera solidaria.

En el deporte se conjugan la alegría del triunfo de poquísimos con las penas del fracaso de millones. Sería bello y esperanzador revertir este hecho, para que millones conviertan el dolor en una nueva forma de 'jugarle' a la vida, sus malas pasadas.