Prácticamente todos los sectores del país han ido tomando conciencia acerca de los agudos problemas de abastecimiento de energía que experimentará el país en el futuro, luego que durante muchos años -según las actuales autoridades- no se realizaran inversiones importantes en este ámbito. La falta de una política energética, las erráticas decisiones de la autoridad que aprueban o rechazan proyectos sin la suficiente información, y la propia exigencia ciudadana frente a iniciativas que atentan contra el medio ambiente, han ido configurando un escenario que tendrá pronto a Chile enfrentado a una encrucijada.

En su reciente conferencia en el foro del Encuentro Empresarial de La Araucanía (Enela), el ministro de Energía, Máximo Pacheco, ha garantizado que ya no es el momento de los diagnósticos, sino que de la discusión, habida cuenta que ya se conoce bastante el problema que hay entre la demanda y oferta de energía en el país. En este sentido, recordó que hace pocos días se presentó la Agenda Energética, donde se encuentran los ejes que orientarán la acción gubernamental en los años venideros para propiciar inversiones y para que éstas, además, se ejecuten en un marco de respeto hacia la ciudadanía y el medio ambiente.

Uno de los principales aspectos apunta a la diversificación de la matriz energética, con especial foco en las energías renovables no convencionales, donde el sur del país tiene mucho que decir, ya que nuestra zona tiene un gran potencial eólico, geotérmico (hay zonas de exploración en la cordillera) y hasta en la biomasa, que correctamente elaborada puede pasar desde el estigma del humo de la leña hacia plantas que procesen desechos forestales.

Para el éxito de cada una de las futuras iniciativas se requiere, no obstante, el concurso de la ciudadanía, sobre todo de los entornos en los que se pretende emplazar una planta. Pero ya no 'pintando una escuelita', como advirtió el ministro, sino que con asociatividad, involucrando realmente a la comunidad para que también obtenga los beneficios de este rubro.

Será la única vía para destrabar el nudo energético.

El domingo 11 de mayo, Joaquín García Huidobro en su columna: 'Un golpe refinado a la clase media' plantea, a mi juicio, acertadamente: 'Si hay algo que ha caracterizado a este gobierno en sus primeros 62 días, es su pasión loca, desbocada por la igualdad'. Me gustaría aportar unas reflexiones. La pasión por la igualdad, no es más que la pasión por la mediocridad. Los seres humanos somos distintos desde que nacemos.

A pesar de haber sido un buen tenista antes de los 12 años, mi desarrollo físico nunca me hubiese permitido ser un Chino Ríos. Traté con la ciencia, pero mi capacidad intelectual tampoco me permitió ser un Einstein. Qué decir del arte, no soy capaz de ejecutar una obra, llegar a ser un Matta era imposible. En las letras pensé; pero mis novelas y poemas no pasaron ningún filtro que me permitiera acercarme, ni de lejos, con Neruda o García Márquez. Entonces, ¿Cómo logramos la anhelada igualdad? Es imposible que a personas como yo los lleven a ser un artista, científico o deportista sobresaliente. La única manera de lograrla es hacer que a estas personas notables se les obligue a ser como la media, ya que a los de la media es imposible llevarlos a ser notables. No puede haber selección para deportistas de alto rendimiento, tampoco en las academias de arte o científicas, ni en talleres literarios o conservatorios de música. Todo por sorteo.

Los seres humanos somos distintos desde la cuna, sobre todo por lo que Dios o la Naturaleza (depende de nuestras creencias) nos dio. Chile ha solucionado gran parte de las desigualdades de origen (desnutrición, alimentación, etc). Lo que no es solucionable por el ser humano y las políticas públicas son los capitales intelectuales, físicos y de talentos con los que nacemos, diferentes en cada uno. Bienvenidos sean, nos permite progresar y ser distintos y no caer en el mundo de la película de los niños de Brasil o el Gran Hermano; o ¿queremos que nunca nos iluminen los genios?

A mi juicio, y como lo plantean Acemoglu y Robinson, en su libro 'Por qué fracasan los países', debemos preocuparnos de poner incentivos adecuados, que nos lleven al progreso, aceptando las desigualdades naturales de los seres humanos, para que cada cual desarrolle al máximo sus potencialidades.

La pasión por la igualdad no tiene otro camino que poner incentivos perversos, que nos llevan a la mediocridad. Bienvenidos los Jobs, Gates y ojalá logremos muchos chilenos que consigan esos éxitos. Para eso debemos aceptar que somos y seremos desiguales.