"En momentos como éstos, donde el dolor golpea al que está a mi lado, es cuando puedo sacar lo mejor de mí y dar".
Nadie que no haya pasado por la circunstancia de haberlo perdido todo, podrá entender realmente el sentimiento de los damnificados del terremoto de Iquique o del gran incendio de Valparaíso.
Hace unas semanas atrás fuimos testigos a través de los medios de comunicación, de la devastación producida por el terremoto del norte del país y el reciente fin de semana nos tocó ser testigos, a la distancia, de la desolación producida por el fuego en la ciudad patrimonio de la humanidad. Qué duda cabe, que la muerte de personas en las dos tragedias comentadas es el saldo más lamentable de todo.
Luego viene el balance de los bienes materiales… han sido cuantiosos. Más de 2500 viviendas siniestradas; más de 12 mil personas que lo han perdido todo.
Hay una dimensión de esta pérdida que cuesta imaginar, aquello que atesoramos por años, que guardamos porque marcó momentos de mucha felicidad o porque nos permitía tener presente a personas importantes. Desaparece abruptamente parte de la vida.
Pero ante tanto dolor y angustia, hay señales positivas de esperanza y ganas de seguir adelante por parte de muchos de los afectados. Escuchar la reflexión que hacen algunos de estos pobladores es asombroso. Hablan de futuro, hay agradecimiento, no sólo por la ayuda recibida, sino también por estar vivos y por tener un par de brazos y piernas para seguir luchando.
Tragedias como éstas, son una gran oportunidad de aprendizaje, sobre todo para nosotros que estamos distantes geográficamente, pero cercanos en espíritu y corazón. La capacidad de resiliencia que nos están demostrando los iquiqueños y los porteños, es muy importante. Nos dan un testimonio real de que a pesar de la adversidad hay valor y coraje, y que es posible recomenzar.
En momentos como éstos, donde el dolor golpea al que está a mi lado, es cuando puedo sacar lo mejor de mí y dar; dar es el mejor acto de comunicación que podemos entregar al que sufre y que requiere cosas concretas para reconstruir su vida.
Puede ser un terremoto, un incendio, pero también lo es la pérdida de un ser querido, un accidente, quedar sin empleo, una enfermedad, una crisis económica. Basta mirar alrededor, apreciar el sufrimiento del otro y elegir ayudar. Es un acto de voluntad.
En esta Semana Santa, le invito a mirar lo que pasa junto a usted desde esta perspectiva y dar. Aunque sea con algo pequeño entregado con amor, podrá cambiar para bien la vida de alguien que lo necesita.
Vicerrector Universidad Tecnológica de Chile, Inacap