Alegría, el anuncio
"El Pontífice nos coloca a todos en el inicio de un vuelco, desde la abulia rutinaria a una actividad misionera".
El domingo 1 de diciembre ha iniciado, en el calendario litúrgico, el tiempo de Adviento, época en que nos preparamos para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios; tiempo de esperanza, alegría y de venturosa coincidencia con la Exhortación "Evangelii Gaudium" que nos hace el Papa Francisco.
En esa esperanza, plena de alegría por Cristo que viene, el Santo Padre nos invita a evangelizarnos para poder transformar al mundo: "Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad" (EG 27).
El Pontífice nos coloca a todos en el inicio de un vuelco, desde la abulia rutinaria a una actividad misionera que retome el empuje de los primeros cristianos. Porque "cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización..." (EG 30). Es por eso que cuando digo todos, somos todos; no sólo el clero y consagrados que, como tales, tienen un papel específico, sino cada laico que deberá asumir su corresponsabilidad en este cambio de actitud de la Iglesia en Osorno. En ella, aprovechando nuestro Sínodo Diocesano, debemos "entrar en un proceso de discernimiento, purificación y reforma" para llegar a una "Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local" y cuya "alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales" (ibid).
Como Iglesia recibamos este anuncio según lo hizo aquella santa mujer de Nazaret... abriéndonos al Espíritu diciendo "hágase en mi según tu palabra".