El rey y su pueblo
"Los miles de mártires que hoy conmemora la Iglesia testimonian la intensidad de la fe".
El domingo iniciamos la última semana del año litúrgico. El texto cúlmine de este ciclo, conmemorando la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, nos enfrenta a la magnitud divina de la "contradicción" presente en toda la vida pública de Jesús. A la mofa del letrero sobre la cruz, que lo llama rey de los judíos, se opone Su respuesta a Pilato, "Mi reino no es de este mundo" (Jn 18,36). El Rey aparece derrotado y humillado... su trono es una cruz, castigo reservado a esclavos y ladrones; sus seguidores están dispersos, escondidos o fugitivos; los que lo aclamaban victorioso a su entrada en Jerusalén, se mofan de su condición... sólo el ladrón crucificado a su derecha cree en Él: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey" (Lc 24,42); su respuesta enfrenta a todos sus detractores con Su verdad, no salvándolo de la muerte, sino llamándolo a la vida eterna: "hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 24,43).
El ímpetu misionero despertado en los discípulos por el fuego del Espíritu Santo, capaz de llevar adelante la esperanza revivida por la compañía del Resucitado, pone en marcha la Evangelización que hará "discípulos a todos los pueblos" (Mt 18,19). La fe que la acompaña permite, primero a los apóstoles y luego a los que los sucedieron, afrontar la violencia inclemente de los poderes dominantes en muchas de esas naciones. Los miles de mártires que hoy conmemora la Iglesia testimonian su intensidad. Pero, "para encontrar mártires no tenemos que ir a las catacumbas o al Coliseo; los mártires de hoy viven en un gran número de países. En algunos países no pueden llevar la cruz. Están penalizados por hacer algo así. Hoy, en el siglo XXI, nuestra Iglesia es una Iglesia de mártires" (Papa Francisco).... Dignos súbditos del Rey que hoy conmemoramos.
Es por ello que la Iglesia en Chile ha instituido el Domingo de Oración por la Iglesia Perseguida, coincidente con la solemnidad de Cristo Rey y además, este año, con el aniversario de la dedicación de la Catedral de Osorno. Es el lugar de encuentro del pueblo con un rey humilde: grandioso en su espacialidad, pero modesto en su decoración interior, aunque motivador en los íconos exteriores que recuerdan a esos constructores de la Iglesia. Ellos nos están llamando a seguir su ejemplo cuando, una vez más, los vientos tormentosos de la incomprensión se abaten sobre ella.