El dilema de Los Carmona
El alcalde de San Javier ha protestado por la forma en que se caracteriza a los habitantes de esa comuna.
Vientos de tempestad ha suscitado la nueva creación del área dramática de TVN "Somos los Carmona" donde, en tono de comedia, se muestra a una familia de campesinos provenientes de San Javier de Loncomilla -Región del Maule- que llegan al barrio alto de la capital con los bolsillos repletos de dinero. Porque ocurre que el alcalde de San Javier -el de verdad, no el de la ficción- ha protestado por la forma en que se caracteriza a los componentes del grupo familiar, pues en su opinión se estaría exponiendo al ridículo a todos quienes viven en la comuna, fomentando de esta manera la violencia escolar.
Más allá de lo pintoresco que pueda resultar el litigio entre la autoridad maulina y el canal estatal, donde mucho tiene que ver la enorme sintonía que ha generado la teleserie, el caso ofrece la posibilidad de reflexionar acerca de la legitimidad de que grupos o clases de personas aludidas por una representación o imputación que se estima injuriosa puedan invocar el derecho a la honra para hacer cesar la conducta lesiva. Y avanzando un poco más todavía, escrutar las consecuencias que tiene para una comunidad el contraste de dos realidades sociales distintas.
Cuando hay dos realidades diversas que se desencuentran de manera dramática dentro del mundo de cotidianeidad que comparten, enseña Hannah Arendt, estamos frente a la experiencia de la soledad. Aquella que ocurre en medio de los demás, y en relación a ellos.
Si mi experiencia no encuentra "salida" a la vida del otro, los signos que emito en cuanto individuo (mis palabras, mis ideas) se vuelven insignificantes, por cuanto no logran comunicar nada. Esta es la dolorosa imposibilidad de prolongar nuestro discurso en el discurso ajeno, de "objetivarnos" en la vida de los demás. Entonces mi existencia se contrae a una suerte de plano sin espacio y sin tiempo y mi individualidad se reduce a una fuerza inútil, incapaz de traducir su propio ser. Para el otro, simplemente, he dejado de existir.
En un sentido amplio, la soledad es también una crisis del lenguaje, de ese lenguaje que normalmente debería garantizar el acceso adecuado de una experiencia a otra. En lugar de ello, una misma realidad es designada por medio de conceptos diversos e incluso opuestos, imposibilitando la articulación de un relato común. Infortunadamente, varios de estos rasgos -visiones incomunicadas, ausencia de empatía, tropiezos con el lenguaje- son parte de la realidad de nuestro país. Así, aunque TVN ni siquiera haya reparado en ello, es muy posible que su producto estrella tenga que ver más con la verdad que con la fantasía.